Cavemos una tumba en la cual arrojar con rabia nuestros cuestionamientos, donde se vayan a sepultar nuestras dudas, donde se acabe de pudrir nuestra inteligencia; y liberados miremos hacia arriba donde siempre habrá un tipo listo al cual ofrecer nuestras existencias y que nos dirá qué hacer con tal que nos portemos bien. Cavemos una tumba para guardar allí nuestro empeño, que quede bien enterrada nuestra voluntad; pongamos la vista perdida en el horizonte y creamos que por arte de magia existe el “vivieron felices para siempre”. Conquistemos a alguien y quedémonos estáticos, llamemos a eso “amor”. Movámonos ya sólo cuando se nos ordene, siempre y cuando las órdenes estén barnizadas de libertad. Callémonos salvo en las ocasiones que nuestras ideas impropias sean las mismas de los demás. Cavemos una tumba bien profunda en la que sepultaremos el bien común, veamos sólo por nosotros, ignoremos a los demás, que cada quien se rasque ahora con sus propias uñas y fiémonos únicamente del gran hermano que nos protege y vigila. Cavemos una tumba que sea gruesa, para que al final también durmamos en ella; muy gruesa y profunda para que quepamos, pues nuestras tallas serán enormes gracias a tanta comida chatarra y vida sedentaria. Cavemos una tumba y arrojémonos de una vez allí, porque da lo mismo morir que estar muertos en vida.
martes, 25 de enero de 2011
martes, 18 de enero de 2011
"Ésta es mi película"
“Luces, cámara e inacción”… La película era suya, dirección y producción. Experimental porque se escribía sobre la marcha y a marchas semiforzadas. Esas cosas raras de la década de 1960 revividas 40 años después. “Es mi película, así que harás lo que diga”. Directora dictadora y con acentos fascistas. El resto del mundo fueron los personajes secundarios y toda la geografía global universal era el escenario. Monigotes entraban y salían, locaciones extravagantes, viajes desperdiciados. pasaportes sellados hasta la saciedad. El guión se iba creando de acuerdo con el humor que tuviera ese día. Improvisación ciega, visceral. A veces era un drama, lo que se filmaba, otras una comedia, las más de las veces era un amasijo amorfo, cada vez con menos amor, y todo pareció ser una montaña rusa sin sentido y que inspiraba náuseas. “Corte, se repite”. Va de nuevo, la escena que no funcionaba, y que cada vez que se repetía salía peor la cosa. Se ensayaba pero los errores fueron horrores y peores que las pruebas. Los extras desfilaban, y los protagónicos perdían fuerza, se quedaban por ese amor al arte, ya mentado, y desmontado, pero el cansancio fue alimentándoles el desamor. Los personajes se confundían, la víctima se mezclaba con la personalidad del verdugo y la verdura era más roca que fruta. “¡Aghhhh!”, era el grito de frustración. No hubo reemplazos mientras estuvo vigente el tácito contrato que nadie firmó. Todo había sido por amor, por ese amor que brillaba, pero por su ausencia. Ningún estudio quiso dar apoyo tras ver el fracaso asegurado y el abismo sin fondo en que se metió el último patrocinador que se ambarcó en el proyecto. “Corte y queda”, era la orden que menos se escuchaba durante los últimos días. Todos envejecieron y abandonaron el sueño. El resultado fueron kilómetros y kilómetros de pietaje enlatado en alguna bodega perdida. No hubo estreno ni alfombra roja, mucho menos osos en Berlín, desinfladeces de oro, palmas en Cannes ni Oscars en Hollywood. El orgullo se perdió. Nadie vio nada, ni lo verá. Otro gran proyecto enfrascado en el fracaso de lo que el cero representa.
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