lunes, 23 de enero de 2012

Cuarta de forros

Otra vez las mismas palabras que desembocan en la misma conclusión. Misma miseria, misma confusión.

Es necesario alterar nuestra historia a pesar de que eso inflija dolor. No eres libre, la costumbre te lo impide y si yo permanezco contigo me corono como el rey de los necios. ¡Larga vida al rey, en su ya necesaria necedad!

Ojalá pudiera decirte que te voy a esperar por siempre, pero eso es injusto si se ve desde el punto del que no se divierte, desde la posición del que vive teniendo siempre frío, del que tiene sobrepoblada la mente con mil y un delirios.

Es incorrecto tener a dos, o más, personas para que la suma de ellas sea tu sueño; tarde o temprano cualquiera de esos elementos deseará ser tu único dueño.

El tuyo es un juego que suele terminar mal, por mi parte creo que está cercano el final. Se ve cerca la contraportada, los créditos finales y el telón.

Ojalá pudiera decirte que no te amo, pero mi sentimiento por ti es muy grande, más que un Gulliver en esta tierra de liliputienses. Te busco en la gente y te miro hasta en el aire. Busco tu tacto, busco tu aroma, busco tu mirada aun en las sombras. Tu voz me resuena como un eco y lo que más quiero es que seas feliz.

Permanezco colgado del borde, aferrado con las uñas, tú sigues insistiendo en perpetuar esta situación.

Pero lamento decirte que hoy hice un descubrimiento importante: además de que te amo demasiado, también me amo yo. Al final todo pasa, hasta las pasas al darse la paz.

domingo, 15 de enero de 2012

blandura

La decadencia de los seres humanos es blanda. Puedes constatarlo en el abdomen y en la cintura. Blanda como el colchón del éxito y de la estabilidad, cuando ya no hay gusto por correr, sino por atesorar.

El miedo al frío y a la soledad hace que la gente acepte casi cualquier cosa, provoca que votes por la indiferencia sobre la que solemos edificar nuestra paz privada, y muy personal. Así es como los antiguos revolucionarios se hacen burócratas, los poetas terminan trabajando en publicaciones comerciales de tercera y los soñadores se rinden para poder untar de mantequilla sus panes.

Con la decadencia el tiempo empieza a regirse de acuerdo a las fechas en que se pagan los salarios y en que se sale de vacaciones. Las voces se alzan sólo para hacerse notar en el mercado o para acusar a alguien de una competencia desleal. Tener, más que ser, y darle la vuelta a cualquier otro dilema existencial.

Consumir cultura prefabricada, escuchar música como se gastan pañuelos desechables. Ni cuenta te das cuando esta blandura te llega hasta el cuello y eres la sombra esféricamente caricaturesca de lo que fuiste. Igual y terminas siendo de los que hacen ejercicio, simplemente para canalizar tu consumo, y hacerte creer que haces por ti mismo algo que te hace sentirte competitivo para con los demás.

Lo que parecería la solución sencilla es botar todo y recuperar la libertad, pero es muy fácil decirlo y casi imposible realizarlo. La blandura conquista, la pereza seduce, la tranquilidad adormece y la estabilidad aturde. Todos queremos un camino fácil. El tiempo tampoco ayuda mucho y poco a poco tus huesos se niegan a alejarse del calor del hogar. Al final parecerá que todo fue una ilusión dentro de un círculo vicioso.

Quienes son fieles a sus sueños y se empeñan en no venderse, son glorificados por los blandos, pero siempre después de que son crucificados. Suelen morir ‘jóvenes’. Dudo que todo esto sea un fenómeno exclusivo de nuestros días.