jueves, 29 de julio de 2010

Sobriedad

Noches de alturas, hasta creer llegar cerca de la estrella más alejada y brillante, viva en apariencia. Decencia sometida, sepultada el armario cavernario. Bestialidad con tintes de cultura. El espíritu del vino lejos de ser como los cerdos bíblicos que vuelan por un precipicio, se convierte en el emperador de lo que solía dominar la razón. El rey feo sin carnaval. Amanecer, en el fondo del Gran Cañón, disparado a la realidad con sentimientos de culpa y persecución. Tinieblas a pesar del sol. Más de uno puede ser un espía o un vigilante, varios son inquisidores y jueces que condenan con severidad. La conciencia sale del armario para atestiguar los estropicios. Las acciones recientes, inconscientes y algunas olvidadas, bloqueadas; pero en el fondo están allí reclamado o burlando, apoyando a los jueces mencionados, que no faltan y nos hacen recordar lo que ahora quisiéramos no haber hecho. Maldecimos la falsa puerta de salida y la dolorosa caída. Ese truco ya no es efectivo para darle el esquinazo a la rutina, al peso de los días, al sinsentido obligado. Sueños de fuga que en realidad son pesadillas. Temor a la noche, terror al día. Los amigos se van yendo, poco a poco, o uno se aparta de ellos; el tiempo sólo sirve para alejarse de los demás y acercarnos al final. No hay muchas opciones al parecer: el autoengaño, las flores del mal o pisar el acelerador; sólo dos si ya comiste del fruto prohibido del jardín de Dios. Ninguna conviene realmente. Hasta la siguiente mentira, de boleto ficticio y velo ante los ojos, de locura artificial, de engaño al carcelero de la moral, pero siempre las facturas se pagan a la mañana siguiente.

martes, 27 de julio de 2010

Todo se va

Hay trucos de magia. Siempre. Gente que aparece mientras otra se desvanece con el paso de las horas, de los días, de las tristezas y de las alegrías. Puede que sea cierto que las personas somos como barcos que se encuentran en el mar, a veces en algún puerto, conviviendo por un lapso, más o menos largo; otras encontrándose en mar abierto; naves que se saludan un instante y siguen su camino. Al final todo se va, todos nos vamos; unas veces con posibilidades de reencuentro y otra, la definitiva, para perdernos mutuamente por el resto de lo que llamamos tiempo. Los lazos de sangre son accidentales. Los lazos afectivos son selectivos. Nada dura para siempre y al final, se encuentra la separación. Quisiera que hubiera una excepción a esta regla, una sola y sólamente una vez. Sin embargo... me embarga la pena. Hay trucos de magia que no divierten y que uno quisiera negar, pero allí están. Al final siempre llega el desvaneciemiento y luego el olvido. Carpe diem para dar carpetazo definitivo y aceptar que la vida es así.

domingo, 4 de julio de 2010

Como...

Como la estatua de un perro esperando el llamado de su amo, vivía el caballero que buscaba a la princesa encantada de sus sueños. Como la flor que se marchita a la orilla de un lago, estaba la damisela prefabricada esperando a su caballero armado. Como ratón extraviado, calculando los recovecos del laberinto, estaba la mujer razonable tratando de descifrar su destino. Y yo con una parte de cada uno de ellos, dejé de querer estar contigo.
Como el prófugo con alas que no resistió la atracción del sol, vivía el aventurero sin aventuras tratando de atrapar la sombra de su ilusión. Como el matemático desesperado cansado del tiempo transcurrido antes del resultado, pasaba los días el amante calculador tratando de revivir su pasado. Como el cordero dependiente de su imponente pastor en el campo, estaba la niña crecida fingiendo liberarse de una gran figura. Y yo dejé de creer que junto a ti llegaría a mi sepultura.
Como el malabarista concentrado en su acto a la mitad de una tormenta, continuaba su vida de casada la señorita perpetua. Como el vecino envidioso que desea todo lo que no tiene, vivía el que decía que estar a dieta no impide dejar de ver. Como el blanco que se asolea a diario para cambiar su calor, estaba la chica moderna de piernas abiertas tratando de hallar el amor. Y yo, a pesar de lo que por ti aún siento, viajo en el tren en el que hubiera querido viajar contigo.