martes, 25 de enero de 2011

Cavemos una tumba

Cavemos una tumba en la cual arrojar con rabia nuestros cuestionamientos, donde se vayan a sepultar nuestras dudas, donde se acabe de pudrir nuestra inteligencia; y liberados miremos hacia arriba donde siempre habrá un tipo listo al cual ofrecer nuestras existencias y que nos dirá qué hacer con tal que nos portemos bien. Cavemos una tumba para guardar allí nuestro empeño, que quede bien enterrada nuestra voluntad; pongamos la vista perdida en el horizonte y creamos que por arte de magia existe el “vivieron felices para siempre”. Conquistemos a alguien y quedémonos estáticos, llamemos a eso “amor”. Movámonos ya sólo cuando se nos ordene, siempre y cuando las órdenes estén barnizadas de libertad. Callémonos salvo en las ocasiones que nuestras ideas impropias sean las mismas de los demás. Cavemos una tumba bien profunda en la que sepultaremos el bien común, veamos sólo por nosotros, ignoremos a los demás, que cada quien se rasque ahora con sus propias uñas y fiémonos únicamente del gran hermano que nos protege y vigila. Cavemos una tumba que sea gruesa, para que al final también durmamos en ella; muy gruesa y profunda para que quepamos, pues nuestras tallas serán enormes gracias a tanta comida chatarra y vida sedentaria. Cavemos una tumba y arrojémonos de una vez allí, porque da lo mismo morir que estar muertos en vida.

No hay comentarios: