lunes, 23 de junio de 2008

Adivinanza

Escape, gula, desesperación, esperanza, joyería falsa, comida de segunda, promociones, mucho humo de cigarro, manteles individuales de papel, un murmullo elevado similar al de un mercado, olores de finas fragancias de buena marca entremezclados en el aire, meseras cansadas, personas que vienen a este sitio para hablar de negocios, otras lo usan como confesionario, sin faltar aquella cuya vida es una dulce mentira porque su verdad es amarga, obesas tratando de olvidar la culpa que tendrán una vez que acaben la gran rebanada de pastel que ordenaron como postre, enamorados que sienten que el mundo es color de rosa, jóvenes que se creen poderosos e inmortales, algunos inmorales, aspirante a escritor que no se cansa de manchar la pureza de las hojas de papel, aros de diversos líquidos en las superficies de las mesas, vaivén de las jarras de café, campanadas ocasionales de caja registradora, choques metálicos de cubiertos en los platos, una sonora carcajada de Santa Claus en pleno verano, satisfacción de estar a salvo de una lluvia torrencial, ojos que miran relojes, niños aburridos, tintinear de llaves, futbol en la televisión, de fondo una música que hace años era considerada contestataria, en unos años se oirá aquí de fondo la música que hoy sólo escuchan los jóvenes rebeldes, fumadores pasivos en el área de no fumar, el tiempo corre aquí implacablemente tal y como lo hace en cualquier otro lugar, míseras propinas, sonrisas mecánicas, cortesías obligadas, responsabilidad laboral, billetes y sumas, sumisión pagada, resignación superficial, una caricia furtiva y subida de tono, vejigas aliviadas en un apartado detrás de una puerta rotulada, azúcar disolviéndose en un líquido oscuro, discursos e ideales, indiferencia, rutina, brillantes pasados opacándose con el presente, prisas, asesinos de los minutos, ¡ah!, y también sueño.

jueves, 19 de junio de 2008

Testamento

Misticismo animal con la mente en blanco prometiendo un lleno al vacío que no tiene nada que perder, las promesas pueden engañar, pero no empobrecer. De las bendiciones tenidas desde la infancia pasaron periodos de ingratitud, cuando llega la pobreza la gente empieza a activar sus vidas y hasta que de la nariz le sale agua al niño, se tapa el pozo, los que quedan vivos son los que intentarán gozar. No hay apuestas que apesten más que aquellas que se quiere perder con tal de conservar lo efímero, y sin embargo eso es lo que desborda casinos. Las rosas tardías se deshojan más temprano. Engañando hasta cuando no quiero y diciendo toda la verdad hasta cuando miento. No hay caso en permanecer joven más tiempo, de todas maneras el combustible se quema y todo se oxida. Tampoco tiene sentido guardar el amor para la princesa de boca de mango o para el príncipe de tul, pues capaz que nunca llegan. El taxi que dejaste pasar a la media noche bien puede ser el último y no hay tranvías que se llamen Teseo. A los relojes se les acaba la cuerda o la batería, si es que tu muñeca aún se adorna con el tiempo. Nada en el pasado fue mejor, salvo la economía. La niña de mis ojos ya es una mujer madura que se cayó del árbol por querer ser más mona que un chango. Jamás aprendimos a bailar tango. Las tres carabelas partieron ayer y tú y yo somos ahora más calaveras que marineros. Este es mi testamento: un terreno, algunas acciones, tres cuentas bancarias magras, una bolsa con euros para perderse por tres semanas y palabras, muchas palabras, más de las que querrás usar.

martes, 17 de junio de 2008

Motivaciones

¿Qué motiva a una mujer a ir a un café sola y leer un gran libro que le permita espiar con cierto disimulo a los hombres que acuden allí? ¿Por qué un hombre de lacio cabello decide aplicarle a éste un tratamiento que le proporcione rizos artificiales de dudoso valor estético? ¿Por qué la obesa obsesiva se resigna y come dos hamburguesas dobles antes de beber su malteada gigante? ¿Por qué una dulce mujer inteligente no se libera de las estúpidas cadenas invisibles que la atan al hombre que la maltrata? ¿Qué es lo que me seduce del éxito aún a sabiendas de que éste es caprichoso, adictivo y efímero? ¿Por qué le damos tanto valor a lo espiritual si aceptamos que en este mundo lo que realmente pesa es la materia? ¿Por qué le damos tanto valor a la materia cuando sabemos que no durará para siempre? ¿Qué nos induce a hacer preguntas cuyas respuestas conocemos pero nos negamos a aceptar? ¿Por qué seguimos poniéndonos de rodillas ante la belleza a pesar de que sabemos que dura lo mismo que un parpadeo? ¿Cómo es posible que sigamos cometiendo los mismos errores que la historia se empeña en recordarnos? ¿Por qué intentamos crear algo nuevo bajo el sol? Lo poco que quedaba de mi sonrisa se perdió mientras escribí esto.

sábado, 14 de junio de 2008

Y la nave va...

Y la nave va… el poeta delgado, ambiguo y lánguido, deja pasar su juventud soñando, como quijote viviendo en libros. Despierta en otoño y, entonces, como vampiro asesino, asedia a las jovencitas que se divierten con él como si fuera una caricatura. La diva de invierno, volando en glorias, envidiando a aquella que llegó más alto. El último adiós, cenizas al mar, un rinoceronte enamorado, tirado, mientras alguien presume que el amor le hace engordar. Y la nave va… todo sigue su marcha pero sin que haya vuelta, la felicidad es un parpadeo, ay de ti si no la disfrutas a tiempo. Las oportunidades pasan de largo, si las ignoras como la princesa ciega que siempre ve colores en los tonos de tu voz. La rabia sin sentido se disipa, como la tormenta, dejando residuos, ruinas, de lo que pudo llegar a ser esplendor. Y la nave va… no fuiste a despedirme al puerto, no te preocupes yo me llevo un arcón lleno de recuerdos dentro del corazón. Sólo lamento que en mi salida no llamé a la enferma, estaba demasiado ocupado pensando en ti. Los horóscopos son ropas de medidas múltiples que le quedan a cualquiera, y la respuesta no está afuera, sino en el interior. Todos somos historias que en su mayoría no son escritas, la vida se vive, no debe ser leída. Y la nave va…

miércoles, 11 de junio de 2008

Ayer y hoy

Ayer la esperanza de muchos colores, hoy la resignación en un solo tono de gris, mucho pudo ser, el destino prometía, pero a la larga nada se cumplió. Tu voz solía encantar a mil serpientes que en ensueños creían correr, pero el encanto se acaba y tarde o temprano se descubre la verdad. Ayer tu cariño era un sol, hoy sólo queda un témpano de invierno, tan aturdido estoy que no distingo la derecha de la torcida. Igual estoy pagando un error de otra vida, igual es lo exigido para entrar a algún paraíso sin policías. Tirando la primera piedra escondo la mano y escribo lo que por pudor callamos. Ayer tu conversación, hoy el silencio de cuatro paredes desnudas. Si no pude alcanzar tu amor no quiero conformarme con tu desprecio. Mis manos que solían ser expertas en tocarte hoy se encuentran aturdidas y ateridas. Nada debe lograse a la fuerza, y de entre todo, no debe obligarse a la compañía. Un adiós antes de perderme, mi última oportunidad para que me pidas quedarme. Ayer el esplendor de las estrellas, hoy el simple canto de un gallo, negándome lo que yo mismo me negué. No me gusta vivir de recuerdos, perdido en los laberintos del pasado, y sin embargo no siento tener presente sin ti. Un intento más o si no el último clavo, para empezar la carrera hacia la resignación.

martes, 10 de junio de 2008

El Diablo y la mujer

Un tren lleno, todos sus pasajeros mirando al vacío, el Diablo lo abordó buscando hacerse de amigos. Sería simple decir que todo fue un sueño, pero tratar de aplicar la lógica aquí sería malo e incorrecto. En ese lugar abajo era arriba ¿no te suena familiar esta línea? Armado de valor el Diablo convenció a una mujer, “nada te hace débil”, le dijo, “tienes su mismo poder”. Ella sorprendida dejo caer al suelo la rosa, y podrá esperar mil años sin que él la recoja. En este lugar las entradas eran salidas, ¿no resulta familiar esto en tu vida? La mujer cuyo trabajo era expulsar borrachos, usaba bigote, pantalón y unos guantes baratos. Hacía no mucho tiempo que ella intentó aprender a boxear, pero no fue aceptada por ser menor de edad. En este lugar te insultan sonriendo, ¿no te resulta conocido lo que estás leyendo? El Diablo la encontró y le dijo: “eres todo un caballero, pero disculpas te pido por no darte dinero”. Ella respondió: “¿por quién me has tomado?, soy toda una dama aunque parezca lo contrario”. El hierro dijo enojado al imán: “puedes atraerme pero no me puedes sujetar”. Un loco dijo, con demasiada razón: “la mujer no puede vivir solamente de amor”.

lunes, 9 de junio de 2008

Buñuel y Viridiana

Yo sólo he visto Viridiana, y algunas escenas de los olvidados que preferiría ignorar. Me gusta lo mucho que dicen las palabras en sus películas, pero me gusta más el universo de imágenes y que el espectador se las interprete a su manera y de acuerdo a sus propias experiencias, eso para mí es arte, no dar todo digerido a la gente fomentando la pereza de pensamiento. Blanco y negro, religión y sexualidad en toneladas, ¿en verdad el tío tenía alguna fijación en la niña que salta la cuerda?, o será que la sospecha es sólo mía. Sospecha también el fetichismo chino de Buñuel por los pies, pero no sé, tendría que ver más películas de él. En México se presume mucho de actrices internacionales, y siempre salen a mención tres: Dolores del Río, María Félix y Salma Hayek. De la primera casi nos estamos olvidando, de la segunda aún hay ecos de sus incendiarias declaraciones y su reciente muerte hace que se le recuerde, de la tercera, bueno se acaba de casar con un magnate. No digo que ninguna de ellas sea mala actriz, ni que sean tan buenas, pero es curioso que sus incursiones en el cine internacional hayan sido en su mayoría papeles secundarios, como de adorno, y si hicieron estelares fueron bastante olvidables. De Salma Hayek, fuera de una escena bailando con una serpiente, dudo mucho que se le recuerde, sin embargo hay una película que merece ser mencionada, pero que pasó sin pena ni gloria, en la que demostró que sí puede actuar, se trataba de unos asesinos seriales, salía con Jay Leto y John Travolta, pero del nombre ni me acuerdo. Se habla ahora de Martha Higareda, como la nueva María Félix, si eso es a todo lo que aspira, creo que ya casi lo logra, salió ‘de adorno’ en una película con un guión flojo de James Elroy, su papel lo pudo haber hecho María Conchita Alonso, o alguien igual, no puedo decir más, porque sólo la he visto en esa película. En fin, a lo que iba, de todas las actrices mexicanas que han ‘triunfado en el extranjero’ sólo una puede presumir de haber tenido el papel protagónico en una película que haya ganado la palma de oro de Cannes, ella fue Silvia Pinal en Viridiana. Y no intento hacer ninguna alegoría de ella, sólo digo que es un tanto injusto que jamás se le mencione, aunque tiene su prestigio dentro de las fronteras mexicanas. Viridiana es una historia en la que se ve que a veces la humildad tiene mucho de orgullo terrenal, la lucha del sermón de la montaña y las realidades que son el pan nuestro de cada día, quizás la idea de que en un mundo material el cuerpo pesa más que el alma, ya sabes, cosas de la ley de gravedad, en ambos sentidos de la palabra. Me pregunto qué tanto tendrá que ver esa película de Buñuel con el título del “Beggars Banquet” de los Rolling Stones.

sábado, 7 de junio de 2008

De lo mucho y de lo poco

Muchos hablan demasiado y de lo que hablan conocen demasiado poco; pocos identifican al amor en la primera vista, pocos son conscientes del momento en que están fabricando un recuerdo, casi nadie es lo que aparenta ser. Pocos son los amigos verdaderos, pocos los que se atreven a una entrega total, pocos tienen sentimientos sinceros, muchos se preguntan qué te pueden robar. Pocos aman a los otros como se aman a sí mismos, pocos saben utilizar el sarcasmo de manera que no sea un arma barata, pocos son amables con los caídos, muchos te estiman cuando quieren obtener algo de lo que tienes. Pocos ven más allá de sus narices, pocos cumplen lo que prometen, pocos son realmente libres, casi todos hacemos lo que más nos conviene. Pocos se resisten al dinero, pocos aplican las leyes de honor, pocos conocen la palabra eterno, muchos escupen a la cara del amor. Puedo estar aquí, sin estar presente, puedo simular que sigo la corriente, pero esto a la larga sería fingir, creer en una mentira que no puedo tragar.

viernes, 6 de junio de 2008

Carreteras

El tiempo que he vivido ha sido dictado, autoritariamente sin exigencia aparente, por el ritmo de tu propio reloj. Los caminos que he tratado de seguir han sido los indicados por tu brújula, cuya aguja parece hélice de biplano volando o un ventilador en verano. Por ti he esperado cuando a mí no me gusta ejercitar ni la paciencia. Tú, tan fijada en el pasado, dejas morir el presente, pudriendo de antemano los posibles frutos del mañana. Y yo, tan tarado, que me sigo mareando sin salir de tu círculo vicioso. Llegó el día de las recriminaciones, decir “yo todo te lo di” y oír la respuesta de “yo jamás te pedí nada”. Bien pagados los dos. Uno quiso saber quién iba a escribir la historia de lo que pudo suceder, la otra siempre quiso escribir la historia de lo que era y lo que sería. Así sucede que tras quererse tanto, siendo dos extraños, se separan con amarga espuma del mar de la rabia. Se separan heridos, ardidos bajo el quinto sol y como viviendo en el sexto infierno. Dos incompatibles desconocidos que se creyeron compañeros de viaje y que al conocerse se dieron cuenta de que no tenían nada en común, ni la corriente eléctrica de sus impulsos. De aquel cariño ficticio sólo quedará. Si bien les va, la indiferencia y el mal sabor. Ojalá hubiesen visto a tiempo los signos de la carretera.

miércoles, 4 de junio de 2008

Doce horas

Doce horas seguidas de dormir, sin soñar. Como un tronco, como una piedra que no rueda, que a lo más sólo gira sobre su propio eje. Doce horas en apariencia improductivas. Despertar con un mareo por el exceso de descanso y los ojos hinchados como ligeramente golpeados por el campeón Mundial de los pesos más pesados. Moverse se siente al principio difícil, como si por una amnesia uno hubiese olvidado la manera de hacerlo, pero poco a poco se aplica la de Galileo (“y sin embargo…”). Doce horas de olvido, fuera de este mundo de amarguras y maravillas, de horripilancia y belleza, de fanatismo e indiferencia. Ausente, estando allí, ajeno a todo. Y al despertar, lejos de sentir la frescura y la energía recuperadas, sólo queda un gran cansancio por haber dormido tanto. Qué ironía.

lunes, 2 de junio de 2008

Como Cuauhtémoc (sin tesoro)

Medio día, el sol, cumpliendo su trabajo, en su máximo candor; perfecto para el duelo en el viejo Oeste o para que se insole Van Gogh. Pero aquí es la playa. Gente adinerada, gente de moda, gente en desmanes y gays que sacan a sus perritos a conocer el mar. Después de caminar lo que serían treinta calles en la orilla del mar, dejando que el agua refresque mis pies, llegó un momento para el reposo. Me senté mirando al mar y a las muchas, muchísimas personas que no le tienen miedo y saben nadar. No las contemplo por mucho tiempo, tomo mi mochila y emprendo el regreso, descalzo hasta llegar a una banca en el andador, como acostumbro, para calzarme y vestirme. La arena seca está en verdad caliente, me siento un faquir principiante, es soportable, sigo adelante. Llego hasta los siete escalones de madera donde inicia el andador, cinco pasos después de éstos está la banca, cubierta por un techito, fresca y sin ser tocada por el sol. La madera está mucho más caliente que la arena, al principio no lo siento, pero al quinto escalón… “¡ay, …ta, yay, pu…, iiii, …dre, fhhh, chin…, ahhhhh, ma…, auuuu, …gada, ufff, …da, fssss, mier…!” Cada paso siento mis plantas de los pies arder, un suplicio, Cuauhtémoc sin tesoro y sin un Cortés descortés que me ayude ni que me perjudique, obviamente para esto me basto solo. No me atrevo a mirar mis pies, capaz que hasta sale humo de lo abrasados que deben estar y yo con el hambre que tengo, no quiero verme tentado a comer mis propios pies. Que dolor… “¡ay, …ta, yay, pu…, iiii, …dre, fhhh, chin…, ahhhhh, ma…, auuuu, …gada, ufff, …da, fssss, mier…!” Un paso más y listo, estoy en la banca, donde están una señora, reprendiendo a sus dos hijos, una niña como de seis años y un bebé que al verme me dice: “¡papá!” La señora interrumpe su regaño y desmiente de inmediato al niño, mientras su hija me mira inquisidoramente, seguro trata de explicarse a que se debe el dolor que se dibuja en mi rostro. Tan pronto me siento, miro mis pies, rojo carmesí, tono del color de labios de la mejor vampiresa de la época dorada del cine. La niña entiende ahora el porqué. De inmediato, por mi mismo camino recorrido, se aproxima un hombre descalzo que, como yo, parece decir: “¡ay, …ta, yay, pu…, iiii, …dre, fhhh, chin…, ahhhhh, ma…, auuuu, …gada, ufff, …da, fssss, mier…!” Viene cargando una sombrilla multicolor, una hielera y dos salvavidas. Al llegar a la sombra el bebé le dice: “¡papá!” En esta ocasión la madre no corrige, sino que reafirma la palabra del pequeño. El tipo se sienta en el espacio libre de la banca y se mira los pies, quienes compiten en rojura con los míos. La señora le dice al esposo: “te dije que trajeras chancletas”, ella tan orgullosa de tener la razón y usando el purgante tono de ‘te lo advertí’, que todos odiamos pero que, a pesar de ello, usamos con frecuencia, aún sin querer. Él la mira en silencio, pero su mirada dice más de mil palabras que están en el rango que va del ‘¡idiota!’ al ‘¿por qué no te metes las palabras por…?’ La señora, sin sentirse ni un poquito mal por la mirada de su marido, voltea a ver a su bebé, al que intenta vestir y le dice: “por favor, quieto, quieto, ¿es que nunca puedes estar un momento en paz?” Sin tomar aire le dice a la niña: “ponte al sol para que se seque tu bikini”, para luego dirigirse al marido: “siempre quieres ignorarme, te dije que trajeras tus chancletas [ahora al bebé] ya no te muevas tanto, ¿puedes estarte quieto? [a la niña] al sol, al sol, así nunca se te va a secar el bikini luego llegas al coche y lo mojas todo”. La mujer me mira de reojo, y al darse cuenta que no me puede decir nada porque no soy de su familia la toma de nuevo con el marido: “siempre es lo mismo contigo, nunca me haces caso, no te hubieras quemado los pies si hubieras traído tus chancletas [aquí aprovecha para mirarme y hacerme sentir también idiota], bien te lo dije en la mañana antes de que empacaras, pero no, jamás me haces caso, eso desde siempre, desde antes de casarnos, desde que éramos novios [al bebé] por favor ya deja de moverte, así no te puedo vestir [a la niña] pero bien al sol, ¿cómo crees que se te va a secar si no te vas al sol? [al esposo] ¿te arden mucho? ¿quieres crema? No te muevas sí ahí quédate hubieras traído tus chancletas…” Yo ya he terminado de ponerme mi camiseta, mi pantalón y mis zapatos, me alejo de allí maravillado de que una persona pueda hablar tanto sin darse un respiro y mirando de reojo la mirada resignada de la hija y del marido. Me alejo, sin emitir ningún juicio, caminando como el viejo John Wayne.