Las cosas son, y el son del corazón es un ritmo que no puedo seguir con mis dos pies izquierdos.
La vida pasa, como ciruela que rueda. Muela sin juicio no mola, la razón no consuela.
Los zapatos con suelas de hule no hacen ruido.
Por cada adiós hay tres bienvenidas, en un embudo de relaciones, pero al revés.
Y así es, pero eso se va acabando conforme transcurren los años.
De repente: el desierto, sin zarza en llamas y sin poderles decir a las llamas incas que vengan.
Sanidad ante todo. Asepsia purulenta de la sociedad y de lo que debe ser, según lo que los pocos les exigen a los muchos.
Estuve enfermo y ahora sé de qué. Por eso me despido para empezar de nuevo.
Curiosamente despedirse no es ahora más fácil que las veces anteriores, e incluso me resulta más difícil.
La costumbre es lo más duro de romper, primero se me rompieron las alas, la salsa y la sesera.
Cordura de cordero en matadero. No hay nada sagrado en eso.
Al menos esta vez quedé medio entero.
Tengo otras cosas por hacer.
Le pregunté a Dios ¿por qué?, y creo que me contestó: "no eres tú, soy Yo", y me quedé mudo, salado como estatua de la galería Lot.
Big Bang y el universo cambia de eje (éjele jeje).
Espero que esta no sea la euforia previa al tobogán que acaba en el averno, porque no quiero visitar este lugar de nuevo. Ni siquiera con buen tiempo.
La balanza de mi cabeza se declara en reparación.
Soy mal jugador, porque no me retiré de la mesa a tiempo, sino hasta que me expulsaron de la sala.
No soy perfecto pero tampoco tan jodido, no está mal si yo lo digo. Nunca en domingo.
Dignidad, dignidad, espero que no se haya ido al lugar de los calcetines desaparecidos que nunca vuelven.
Lo que volví fue el estómago y volveré la cara en veinte años, para ver si estos son algo. No es un tango.
Confío en mí porque descubro que en mí confían. No soy ni remotamente un billete verde o monedita de oro, y no son las mías aspiraciones divinas de aspiradora fina.
Pierde sólo el que siempre se queja.
Gracias por el afecto y la confianza.