miércoles, 29 de diciembre de 2010

(¿Es mi?) Vida

Testigo de decadencia, el tiempo, se sabe también culpable; nos mira desfilar uno tras otros, haciéndonos creer que de alguna manera permaneceremos. Somos tantos y permanecer es imposible, hasta para unos cuantos. Hay quienes corren cierta suerte, pero ¿qué tanto corresponde la imagen que tenemos de Platón al verdadero hombre que respondió a tal nombre? Por otro lado ¿cuánto crees que tarde en borrarse por completo su recuerdo? Hay días en que estoy cansado desde el amanecer y me sorprendo de la gente que desea vivir todo el tiempo que le sea posible y mucho más. Más que a la muerte, confieso un terror terrible a la vejez. La decadencia en vida es lo que realmente me asusta, mientras me divierto con los individuos que centran sus esfuerzos en crear dinastías o en aquellos que acumulan tesoros materiales como si fueran a vivir por siempre. La ciencia hace lo que puede para prolongar la juventud, pero al final todo ese esfuerzo prueba ser en vano. Alguien dijo que lo principal en la vida es precisamente ‘vivir’, sólo conocemos lo que tenemos y del ‘más allá’ no hay garantías palpables. Creo en una religión, sólo por si las dudas, tal como hizo Pascal. Pero en el fondo sólo creo en aquello que considero moralmente bueno, o mortalmente malo. Gran parte de los dogmas religiosos tienen la única función real de ser ignorados. Todo esto puede sonar a desencanto; igual y sí, no son palabras definitivas, mañana pudiera pensar distinto (aunque realmente lo dudo).

viernes, 24 de diciembre de 2010

Regalo de navidad

El sol apenas despuntaba, eran dos horas antes de su acostumbrado despertar cuando iba a la escuela, pero Navidad siempre es especial. Se había portado bien, casi todo el año (en lenguaje infantil esto significa las tres semanas previas al 25 de diciembre). En la carta a santa Claus había sido muy claro: el un videojuego de la película exitosa, el dinosaurio violeta y los duendes (esos que estaban de moda y que eran más dulces que la kriptonita de un supermán diabético). Saltó de la cama y corrió a la sala en donde estaba el árbol decorado. La emoción se le desbarrancó por completo, y ya no dio signos vitales, pues allí no había ni un videojuego, duende ni dinosaurio morado, sólo había un auto rojo a control remoto. Papá también había despertado ya, bajó con la bata que la noche anterior le regaló la tía amarga, esa que había que tratar muy bien, pero sólo porque tiene mucho dinero. “Salgamos a probarlo”, dijo papá, quien siempre deseó en su infancia un auto a control remoto, y si era rojo ¡mejor!, así que vio muy oportuno que santa le trajera ese regalo al pequeño. Ambos en pijamas, a mitad de la calle observaban al auto avanzar, retroceder, detenerse y ponerse en marcha, obedeciendo fielmente las órdenes de papá, quien tenía en sus manos el control y no tenía visos de querer soltarlo. “¡Cómo nos divertimos!, ¿verdad hijo?” En el rostro del niño no había ningún rastro de emoción, simplemente imaginaba cómo se estaría divirtiendo él si santa le hubiera traído lo que le pidió. Papá feliz, y tanto que ignoraba a su hijo, olvidaba también la dura situación en el trabajo, borraba momentáneamente de su memoria la espada de Damocles del desempleo que desde hacía meses pendía sobre su cabeza, colgada de la crin con urzuela de un caballo anémico. El hijo quiso resignarse y se acercó a papá para pedirle un momento el control de ‘su’ juguete nuevo. Papá se negó y siguió controlando el auto. Papá se entretuvo hasta que se le acabó la batería al aparatito. “¿Te gustó hijo?, ¿verdad que es divertido?” La Navidad es definitivamente un día especial para marcarte de por vida, agradable o desagradablemente, pero sin duda siempre hay una que puede marcarte para toda la vida.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Magia perdida

Dos alquimistas dejando un viejo milenio, o llegando al nuevo, yo casi extinto, tú recién creada. La magia duró por bastante tiempo, tiempo que podía detenerse con sólo cerrar los ojos, pero al abrirlos ya no estábamos juntos. Me dijiste que todo terminó hace un año cuando dejamos lo que no quisimos pagar en el estacionamiento de un supermercado. Nos separamos y nos reunimos tantas veces como tonos hay de gris, nos empeñamos en revivir lo que ya hacía mucho había muerto. Actuamos lo mejor posible, y nadie nos dio ningún premio. No hay manera de hacer magia con los retazos, no hay forma de volver a creer que el vino es sangre sagrada y no sólo bebida de uva. Yo en seriedad me hundí, tú por ser liviana flotaste. Cuando se pierde la fe, las montañas se quedan quietas y las estrellas dejan de conceder deseos. De alguna manera perdimos la fe en nosotros. Podemos seguir como autómatas mercenarios en guerras comerciales de galaxias muy lejanas, sacando beneficio rutinario de algo que realmente nos dejó de importar. O podemos rescatar el último pedacito de orgullo y reconstruirnos, cada quien por su lado, esperando encontrar a alguien con quien podamos volver a hacer magia verdadera. Para entonces quizás nos convenzamos que lo nuestro fue sólo un mal sueño, del que despertamos al caer de la cama a la mitad de un aguacero. Es mejor aceptarlo que resignarnos o que terminar despedazando lo poco que nos queda. Tienes el futuro por delante y yo tengo poco tiempo para olvidar el pasado. Buen viaje entonces y ojalá que encuentres lo que siempre has deseado.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Recuerdos

Cuando en noches despejadas de noviembre miro al cielo y todas las estrellas brillan, me acuerdo de los reyes magos y de mi papá. Cuando entro a un templo católico siento los ecos de la fe que perdí cuando trabajé para el Vaticano. Cuando voy conduciendo por ciertas avenidas añoro las caricias furtivas de quien rompió mi corazón. Cuando leo de nuevo las aventuras de Alicia digo que el mundo sería mejor si no presumiera tanto su razón. Cuando en las mañanas soleadas me siento a escribir, regreso un poquito a los días en que tenía algo que decir. Cuando entro a la rutina del trabajo para ganarme el pan y el cobijo, es el momento en que mi vida se concentra en un profundo olvido.