Cuando en noches despejadas de noviembre miro al cielo y todas las estrellas brillan, me acuerdo de los reyes magos y de mi papá. Cuando entro a un templo católico siento los ecos de la fe que perdí cuando trabajé para el Vaticano. Cuando voy conduciendo por ciertas avenidas añoro las caricias furtivas de quien rompió mi corazón. Cuando leo de nuevo las aventuras de Alicia digo que el mundo sería mejor si no presumiera tanto su razón. Cuando en las mañanas soleadas me siento a escribir, regreso un poquito a los días en que tenía algo que decir. Cuando entro a la rutina del trabajo para ganarme el pan y el cobijo, es el momento en que mi vida se concentra en un profundo olvido.
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