domingo, 8 de mayo de 2011

Camino a la perdición

Prometer no empobrece y tú pareces gobernante, la emperatriz del país del ‘puede ser’. Abres tu blusa, levantas tu falda y yo me quedo 40 días en un desierto sin Dios. El arca sale sobrando, no hay más animal que yo. Con estrategia acomodas silencios, con tierna voz los rompes para expresar tu cariño. Aunque sé que todo es falso y no conduce a ningún lado, como rata tras flautista encantador te sigo hacia mi perdición. En la lejanía todo me parece tan claro, pero en tu cercanía mis resoluciones se van al fondo del mar. No sé si es tu piel, tus ojos o tu perfume; quizá todo en conjunto provoca que yo deje de pensar. A pesar del daño te sigo queriendo mucho, a pesar del veneno quiero vivir por ti. Esto suena a viejo bolero, a dilema perpetuo de la humanidad. Si el mundo entero necesita al más tonto, no busquen más lejos y piensen en mí. Sólo podría ser rescatado si me traga una ballena, o si el barco donde viajo es llevado hasta el sol. ¿Cómo es posible estar tan consciente y correr hacia la perdición?

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