lunes, 23 de junio de 2008
Adivinanza
jueves, 19 de junio de 2008
Testamento
martes, 17 de junio de 2008
Motivaciones
sábado, 14 de junio de 2008
Y la nave va...
Y la nave va… el poeta delgado, ambiguo y lánguido, deja pasar su juventud soñando, como quijote viviendo en libros. Despierta en otoño y, entonces, como vampiro asesino, asedia a las jovencitas que se divierten con él como si fuera una caricatura. La diva de invierno, volando en glorias, envidiando a aquella que llegó más alto. El último adiós, cenizas al mar, un rinoceronte enamorado, tirado, mientras alguien presume que el amor le hace engordar. Y la nave va… todo sigue su marcha pero sin que haya vuelta, la felicidad es un parpadeo, ay de ti si no la disfrutas a tiempo. Las oportunidades pasan de largo, si las ignoras como la princesa ciega que siempre ve colores en los tonos de tu voz. La rabia sin sentido se disipa, como la tormenta, dejando residuos, ruinas, de lo que pudo llegar a ser esplendor. Y la nave va… no fuiste a despedirme al puerto, no te preocupes yo me llevo un arcón lleno de recuerdos dentro del corazón. Sólo lamento que en mi salida no llamé a la enferma, estaba demasiado ocupado pensando en ti. Los horóscopos son ropas de medidas múltiples que le quedan a cualquiera, y la respuesta no está afuera, sino en el interior. Todos somos historias que en su mayoría no son escritas, la vida se vive, no debe ser leída. Y la nave va…
miércoles, 11 de junio de 2008
Ayer y hoy
martes, 10 de junio de 2008
El Diablo y la mujer
lunes, 9 de junio de 2008
Buñuel y Viridiana
sábado, 7 de junio de 2008
De lo mucho y de lo poco
Muchos hablan demasiado y de lo que hablan conocen demasiado poco; pocos identifican al amor en la primera vista, pocos son conscientes del momento en que están fabricando un recuerdo, casi nadie es lo que aparenta ser. Pocos son los amigos verdaderos, pocos los que se atreven a una entrega total, pocos tienen sentimientos sinceros, muchos se preguntan qué te pueden robar. Pocos aman a los otros como se aman a sí mismos, pocos saben utilizar el sarcasmo de manera que no sea un arma barata, pocos son amables con los caídos, muchos te estiman cuando quieren obtener algo de lo que tienes. Pocos ven más allá de sus narices, pocos cumplen lo que prometen, pocos son realmente libres, casi todos hacemos lo que más nos conviene. Pocos se resisten al dinero, pocos aplican las leyes de honor, pocos conocen la palabra eterno, muchos escupen a la cara del amor. Puedo estar aquí, sin estar presente, puedo simular que sigo la corriente, pero esto a la larga sería fingir, creer en una mentira que no puedo tragar.
viernes, 6 de junio de 2008
Carreteras
El tiempo que he vivido ha sido dictado, autoritariamente sin exigencia aparente, por el ritmo de tu propio reloj. Los caminos que he tratado de seguir han sido los indicados por tu brújula, cuya aguja parece hélice de biplano volando o un ventilador en verano. Por ti he esperado cuando a mí no me gusta ejercitar ni la paciencia. Tú, tan fijada en el pasado, dejas morir el presente, pudriendo de antemano los posibles frutos del mañana. Y yo, tan tarado, que me sigo mareando sin salir de tu círculo vicioso. Llegó el día de las recriminaciones, decir “yo todo te lo di” y oír la respuesta de “yo jamás te pedí nada”. Bien pagados los dos. Uno quiso saber quién iba a escribir la historia de lo que pudo suceder, la otra siempre quiso escribir la historia de lo que era y lo que sería. Así sucede que tras quererse tanto, siendo dos extraños, se separan con amarga espuma del mar de la rabia. Se separan heridos, ardidos bajo el quinto sol y como viviendo en el sexto infierno. Dos incompatibles desconocidos que se creyeron compañeros de viaje y que al conocerse se dieron cuenta de que no tenían nada en común, ni la corriente eléctrica de sus impulsos. De aquel cariño ficticio sólo quedará. Si bien les va, la indiferencia y el mal sabor. Ojalá hubiesen visto a tiempo los signos de la carretera.
miércoles, 4 de junio de 2008
Doce horas
Doce horas seguidas de dormir, sin soñar. Como un tronco, como una piedra que no rueda, que a lo más sólo gira sobre su propio eje. Doce horas en apariencia improductivas. Despertar con un mareo por el exceso de descanso y los ojos hinchados como ligeramente golpeados por el campeón Mundial de los pesos más pesados. Moverse se siente al principio difícil, como si por una amnesia uno hubiese olvidado la manera de hacerlo, pero poco a poco se aplica la de Galileo (“y sin embargo…”). Doce horas de olvido, fuera de este mundo de amarguras y maravillas, de horripilancia y belleza, de fanatismo e indiferencia. Ausente, estando allí, ajeno a todo. Y al despertar, lejos de sentir la frescura y la energía recuperadas, sólo queda un gran cansancio por haber dormido tanto. Qué ironía.