martes, 21 de octubre de 2008

Mi divorcio

Conexión rota sueño irreal, imposibles destinos y silencio al final. Era de esas adicciones que restan, de ese tipo de relaciones tan constantes como el tiempo pero tan cambiantes de dirección como el viento. Nada por aquí, nada por allá, y sin embargo eso era su TODO. Magia que tan pronto se realizaba, se perdía, energía que no se conservaba, contradiciendo cualquier necedad de ley física universal. Fuga constante de todo, hasta del cariño que los ataba, el mejor acto de circo, realizado sin espectadores. Ser vivo formado de varios trozos, destazado en un par de buenas imaginaciones. Mentes centradas en lo ideal y perfecto, manos que sólo sabían dibujar círculos rectos. Castillos de humos, sólidos como mantequilla bajo el sol de medio día, derrumbados a causa de una duda microscópica, o por el más leve acento de ironía. Cuando las necesidades apremiantes subían temperaturas, un gran cañón entre azul y colorado se interponía creando una insoslayable separación. Sexo por sexo es treintaiséis una simple ecuación matemática con cola de reproches. Labores como de oficina, efectuadas con ritual distanciamiento exagerado. Esas precipitaciones siempre tan desfasadas, jamás sincronizadas. Dos frecuencias similares pero que no lograron sintonizase. Relación que nunca se aceptó a sí misma, quería que el espejo le mintiera. Juegos de manos hechos por mancos y aspiraciones altas realizadas por enanos sin narices. Al final se murió, sin cruces ni tumbas, mucho menos un ratón de sacristán. Suspiros de paredes, lágrimas que salen de las piedras, con estos sucesos no se conmueve ni un flan. Se cierra el libro, se sopla a la vela y se toca la campana. Eso suele sucederle a seres imperfectos que se obsesionan con la perfección. Jamás dije nada.

1 comentario:

Κλεοπάτρα dijo...

Estás desde ahora, aunque sea para acompañarme, en mi lista de blogs que visito.

Un placer descubrirte