De vuelta al silencio, al agujero blanco. Al vacío, a la banda de los niños perdidos, a la culpa injusta, al olvido y al vacío, a la desesperanza, a ser un quijote sin cruzada y un dolorido sin causa ni cruz; a leer sin parar y sin volverme lo suficientemente loco para no acordarme. De vuelta a imaginar lo que nunca será, pero ahora lo imaginaré sin ti. De vuelta a escribir palabras con fantasmas, a soñar recuerdos ficticios, a caminar sin sentido, a observar sin involucrarme, a ser el testigo indiferente que colgó de nuevo su protagonismo en una pared. De vuelta al descuido y a la respiración mecánica, a mendigar minutos entre los amigos. Como Sansón saliendo sin ojos de la peluquería, tratando de recordar qué tan brillante es el sol. De vuelta a frecuentar a las hermanas de la caridad, a acariciar el aire, a pagar impuestos existenciales y a dormir de más. De espaldas a todo, de vuelta a la nada.
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