Igual que el viajero que se queda mirando cómo se va el último tren, que perdió por quedarse a admirar el ocaso. Igual que la novia en el altar, abandonada porque con ella jugaron, aquel viejo juego que tantas veces ella jugó. Me quedo yo tratando de descifrar mi destino en las aguas del río, sin hilo, sintiéndome como se sentía Van Gogh. Suspirando en la almohada como la viuda que nunca tuvo pareja. Soñando como la virgen cuyos blanco ropajes el tiempo percudió. Viendo que mis zapatos están ya muy desgastados como para seguir andando. Me quedo sentado sintiéndome como se sintió Van Gogh. Pero aunque no tenga colores de furia, y aún conserve mis dos orejas, escucho muy bien tus palabras y sigo admirado de tu belleza. Quizás haya una bala por allí que lleva marcado mi nombre, pero dudo mucho que ella sea disparada por mí. Como el náufrago que se cansó de arrojar mensajes al mar. Como el autor de la ferviente carta que nunca se entregó. Guardando en mí todo aquello que quise entregarte, me veo obligado a renunciar, sintiéndome como se sintió Van Gogh. El cielo de zafiros estaba mucho más allá de mi alcance. El signo de Caín brilla en mi frente aún cuando no me pega el sol. Es muy probable que me toque caminar por este sendero, sintiéndome tal y como se sintió Van Gogh.
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