Trabajaba en la biblioteca pública, un impúdico trabajo de investigación para pasar una asignatura cruel de la universidad. A estas alturas no sé porqué pierdo tanto el tiempo aprendiendo cosas que no me interesan. Todo por un título profesional. Yo lo que quiero es ser músico, no me engaño, tengo mi talento, pero el miedo que me ha inculcado mi familia pesa más. “Primero obtén tu título para que tengas asegurado el futuro y ya después verás si cometes las locuras que se te ocurran”. Como si el título fuera el paracaídas para no estamparme de lleno contra el desempleo. Yo siento que nací para ser estrella. Puedo tocar muy bien la guitarra y escribir letras interesantes para mis canciones. Pero bueno, ¿y si no tengo suerte? Siempre me he sentido una estrella, en más de una ocasión me he sorprendido contestando preguntas en entrevistas imaginarias, como las que les hacen a mis ídolos en la televisión. Sí, estoy un poco pasado de peso y no soy guapo; pero lo primero se me puede quitar y lo segundo no importa, basta con mirar a Keith Richards para saber que tengo la razón. Cálculo diferencial e integral, maldita porquería. Cerré el libro un momento para distraerme, por quinceava vez esa tarde, con lo que había a mi alrededor. Entonces descubrí que a dos mesas de distancia de la mía estaba una muy guapa desconocida. No le fui indiferente. Nuestras miradas se cruzaron y no hubo señal de disgusto. Era una buena oportunidad para conocer a alguien, la podría impresionar con los últimos libros que leí, con las últimas canciones que escuché, con las últimas películas que vi o simplemente con la guitarra y una canción famosa. Tengo todo lo que se necesita para llamar la atención de alguien. Pero mejor más adelante, primero tenía que trabajar en los problemas de cálculo. Pasó el tiempo y no podía concentrarme en mi labor, de vez en cuando volteaba hacia la desconocida, quien me devolvía las miradas sin el menor asomo de incomodidad, a veces hasta me sonreía levemente. Yo sólo ponía cara sería y volvía a mi libro. Ella aparentemente estaba también realizando algún difícil trabajo de investigación. ¡Podía incluso ir con ella, presentarme y quizás ayudarnos mutuamente! Igual y ella era buena en cálculo y yo soy bueno para la historia, quizás su trabajo se trataba de una materia relacionada con la historia. Pero no, eso sería demasiado perfecto. Intenté concentrarme de nuevo en mi tarea. Más de una vez noté que me miraba, tenía que ir con ella, pero ¿y si llegaba su novio?, ¿tendría novio?, ¿por qué no la estaba ayudando ahora?, ¿qué tal si estando yo con ella llegase el novio? Vaya ridículo que haría yo. Traté de hacer mi trabajo, pero de nuevo no pude. Pasaron tres horas inútiles en las que no adelanté nada de mi tarea y que me pasé tratando de armarme de valor para ir hasta la desconocida. De repente ella se puso de pie y empezó a recoger sus cosas para irse. La oportunidad se me escapaba. Tomó su mochila y su bolsa, me miró de reojo y se fue. Intenté ponerme de pie, para ir hasta ella, pero no pude, simplemente no pude. El corazón se me subió a la garganta y empecé a temblar. Estos ataques de timidez, que pensé que ya había sobrepasado volvieron a atacarme con más violencia que antaño. Me resigné. Poco tiempo después me rendí, no podía tampoco finalizar mi tarea, me dispuse a partir, y me sorprendí al encontrar a la chica cerca de la fotocopiadora. Ella me miró y sonrió, yo la miré sin detenerme, enrojecí, perono pude sonreír y me seguí de largo, pensando en lo muy idiota que soy. De nada me sirven tantas palabras, de nada me sirve sentirme especial. Ahora estoy en casa, tratando de terminar mi tarea de cálculo diferencial, pero no me concentro y por eso me puse a escribir lo que me pasó hoy en la tarde en la biblioteca pública. Creo que mi talento es un desperdicio. Iba a escribir una canción diciendo lo idiota que soy, pero ni eso me sale. Creo que no soy ninguna estrella, ¿cómo puedo serlo si ni siquiera puedo hablarle a una chica guapa? Maldito cálculo diferencial e integral.
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