Caminaba yo sin rumbo, por un desierto, cuando me topé con el profeta de las piedras en plena acción divulgadora. Decidí actuar como sus oyentes, y en quietud, sacando de mi mochila el profundo silencio, lo escuché. “En muchas ocasiones (la mayoría de las veces) los oprimidos sólo se comportan bien con quien los oprime, pues cuando llegan a encontrar a alguien que los compadece sinceramente, suelen aprovechar la oportunidad y deciden patearlo sólo para saber qué se siente ser poderosos”. Ante tan brutal declaración pensé que iba a suceder algo, pero nada, todos los oyentes continuamos oyendo con atención. “Nunca seas la persona más correcta con tu pareja, pues las personas suelen buscar alguien que las maltrate y les cueste trabajo, revisen sus pasados y díganme si no es verdad. Aquel autor que busca inspiración en sus obras pasadas, se puede dar ya por muerto”. En ese momento descubrí que el profeta no sólo estaba amargado, sino que también plagiaba a Raymond Chandler. Entonces, aunque aceptaba que en algo tenía razón el profeta de las piedras, decidí no ser otro mineral y me fui de allí. Alguien me dijo que el profeta aún sigue predicando en algunos desiertos.
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