A pesar de pedir deseos cuando llueven estrellas, y de creer para alcanzar basta con decidirse, trato de esforzarme por importarte, trato de saber en qué sueles pensar. Pero todo se queda en vanos esfuerzos, en agua deshidratada en polvo, al final cada día para mí es la espera de un mañana. La fe puede mover montañas, pero no puede mover ni un poquito tu corazón. He creído en tu belleza interna y la externa convencería a los ojos del propio Santo Tomás, sobrio o tomado. He creído en la fuerza de la paciencia, en las jodas de Job, pero ¿qué hacer si no estás dispuesta a nada conmigo? Disfruto el tiempo que estoy contigo; por ti vendí casi toda mi alma, y Mefistófeles me sale con que no hay devolución ni garantía. La fe puede mover montañas, pero no puede mover ni un poquito tu corazón. De nada me sirvió la fe activa de los budistas, de menos me sirvió la ceguera de los cristianos. Poco pudieron hacer por mí las nuevas sectas y por llegar al final no pude ser parte de los iniciados; en vez de eso acabé terminado. Las flores que te di siempre estuvieron muertas, tus oídos sólo perciben tus propios lamentos; aunque ¿a quién le gusta disfrutar con lamentos ajenos? Ojalá pudiera decir que no te amo, pero en vez de olvidarte pienso en ti a cada rato. Dicen que las cosas por algo pasan y que la fe puede mover montañas, pero no pude mover ni un poquito tu corazón. Tu templo está bien cerrado para mí, echaste los cerrojos y perdiste la llave. No puedo más que compadecer al que te amó antes que yo, y también al que te ame después de mí. La fe puede hacer milagros, e incluso puede mover montañas, pero no puede mover ni un poquito tu corazón.
1 comentario:
léeme, amigo
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