lunes, 21 de octubre de 2019
blandura
La decadencia de los seres humanos suele ser blanda. Puedes constatarlo en el abdomen y la cintura de los más decadentes. Es blanda como el colchón del éxito y de la estabilidad aparentes, cuando ya no hay gusto por correr, sino por atesorar.
El miedo al frío y a la soledad hace que la gente se conforme con casi cualquier cosa, genera votos en un sistema amañado, en el que no hay opciones, lleno de promesas de continuidad, mentiras y más mentiras disfrazadas de libertad.
Con la blandura nos decantamos por la indiferencia, sobre la que creemos edificar nuestra paz privada, y muy personal. Así es como los antiguos revolucionarios se hacen burócratas, los poetas terminan trabajando en publicaciones comerciales de tercera y los soñadores se rinden para poder untar mantequilla en sus panes.
Con la decadencia el tiempo empieza a regirse de acuerdo a las fechas en que se pagan los salarios y en que se sale de vacaciones. Las voces se alzan sólo para hacerse notar en el mercado o para acusar a alguien de una competencia desleal.
Tener, más que ser, y evitar darle cara a cualquier otro dilema existencial que no se relacione con la productividad.
Consumir cultura prefabricada, escuchar música como se gastan pañuelos desechables. Ni cuenta te das cuando esta blandura te llega hasta el cuello y eres la sombra esférica y caricaturesca de lo que fuiste. Igual y terminas siendo de los que hacen ejercicio, simplemente para canalizar tu consumo, y hacerte creer que haces por ti algo para competir con los demás.
Lo que parecería la solución sencilla a esta blandura es botar todo y recuperar la libertad, pero es muy fácil decirlo y casi imposible realizarlo. La blandura conquista, la pereza seduce, la tranquilidad adormece y la estabilidad aturde. Todos queremos un camino fácil. El tiempo tampoco ayuda mucho y poco a poco tus huesos se niegan a alejarse del calor del hogar. Al final descubrirás que todo fue una ilusión dentro de un círculo vicioso.
Y aquellos que permanecen fieles a sus sueños y se empeñan en no venderse, son glorificados por los blandos, pero siempre después de que son crucificados. Esos héroes suelen morir ‘jóvenes’. Aunque ese es realmente otro tema.
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