La vida llega a ser en algún punto como un cuarto menguante que nunca fue entero. Sofocada respiración en el abandono, terror a la soledad y fobia a la compañía. La ternura y la belleza son dos armas letales, trampas de las que no es fácil escapar. El sexo débil es más fuerte que el hombre, fíjate bien, la razón no es exclusiva del varón. No se puede comprar amor, como tampoco se puede prolongar demasiado la expectativa. El control excesivo, la satisfacción negada, a la larga provocan rebeldía. Manipular el deseo ajeno, y convertirlo en necesidad, es jugar con fuego. La niña de bellos ojos con el fósforo encendido cerca del polvorín. Puedes jalar a un pelele con una delgada cadena de oro, la lindura es capaz de arrastrar más que dos docenas de bueyes o que siete tractores. Pero ten cuidado, eso no dura demasiado, la paciencia no es una virtud generalizada. Cuando te pasas con el hambre sólo despertarás la furia o provocarás una muerte por inanición. No hay mal que dure cien años aunque haya personas que lo soporten. El día de la independencia sólo es un festivo de calendario, todos somos esclavos de algo o de alguien, en todo momento. El amor es un trago amargo cuando no es correspondido, con tintes dulces cuando es de doble sentido. El amor no es un juego, no es ajedrez, el inocente tiende a perder. Los cuentos de hadas distorsionan la visión, pero en el fondo son ciertos, tan ciertos como la filosofía popular o ambiguos como ciertos libros considerados sagrados. Seguro debe haber algo, sino ya nos hubiéramos extinguido. ¿Serías capaz de lanzarte de cabeza al pozo para comprobarlo? Quien no se arriesga no gana, no hay garantías y hay demasiada gente resentida. A pesar de todo es mejor haber amado y haber perdido que nunca haberlo sentido.
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