miércoles, 28 de enero de 2009

Uno más

En el territorio de los tibios vomitados por Dios, donde huele a las alas quemadas de los ángeles caídos, me descubrí cansado y sin ánimos de ir contra la farsa. Había intentado quitarme el velo que todo distorsiona, ese que pinta cosas distintas ante tus ojos. Intenté salir del fango en el que me hundía a cada paso, traté de olvidar los errores que cometí por tratar de ser alguien distinto. Pero todo fue un mal sueño. Al despertar descubría la misma situación: nada es tan malo como para no ser sobrellevado, y nada es tan bueno como para luchar por ello. Yo soy otro más. Me cansé de las palabras decisivas que no producían cambio alguno. Me perdí de las promesas que se pierden en el río de los segundos. Noté mis manos y descubrí que construían blasfemias de oro, mire a la multitud y me vi más solo. Esperé la redención sentado, agotado, La esperé y ella jamás vino hacia mí. Busqué respuestas en mis semejantes y encontré más dudas e inquietudes. Traté de llamar al que me dijeron que tenía todas las soluciones, pero él fingió estar ocupado. Dirigí mi vista a mi interior, dominando el miedo que me daba ese abismo, pero sólo encontré tinieblas. Todo carecía de sentido no había dónde apoyarse. Vagué por las calles ignorando las miserias ajenas, caminé sin compadecerme de nadie. Atestigüe debilidades aun en aquellos que presumían de solidez. Sólo sentía que era uno más. Pero volví a despertar hacia el primer sueño. No podía resignarme, decidí desempolvar mis antiguos ideales. Ya no espero que todo cambie, ni siquiera quiero revolucionar algo; aunque ya no puedo esperar sentado diciendo que soy sólo otro más. No te daré mi resolución, pues de nada te serviría, únicamente quise compartirte mi confusión, para que sepas que lo que sientes no te es exclusivo; para que sepas que ambos lo sentimos y que podemos compartirlo. Así fue y así será por los siglos de los siglos.

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