La inocente sonrisa, natural, caprichos internos, huracán devastador en un bello cuerpo. La famosa caja griega le fue dada a esta mujer, que baila toda la noche, y si puede hasta el amanecer. El hombre sabio decide vender su alma al diablo y ofrendarle a ella todo su conocimiento. Perder el seso por un breve momento de pasión. Salomé recibe bien servida otra cabeza en una bandeja. El que ya pasó por ahí intenta advertirte, gritándote como se grita en una película muda, pero nadie experimenta en cabeza ajena. Dulce fruto prohibido, el pago tendrás que hacerlo con demasiados intereses, más adelante te preguntarás si valió la pena. La carne es débil, y trémula reincide en el pecado. Las espinas de la rosa siempre son molestas y tú decides coronarte con ellas. Pasas tus propios límites y prolongas muchas veces el final que te has propuesto. Es adicción a la aventura que no puedes dejar pasar. Cuentas tu historia en el tren, al psicólogo enano que predice exactamente lo que seguirá. No eres único, muchos comparten tu caso, y ella no es la única femme fatale. La cruz de neón arde en el callejón, el ejército de salvación marcha, sin poder ayudarte. Al final ella dice: “Sube a tu Alfa, Romeo, y veamos hasta dónde llegamos”, ella termina en otros brazos y tú lloras por lo perdido. Las hermanas de la caridad lloran contigo. El orgullo y la virginidad son difíciles de recuperar. Relatas tu historia pero nadie la tomará en cuenta. Creerán que es una leyenda de tu febril fantasía. Te pierdes con la niebla, penando como las almas sin consuelo. En el mundo muchas historias como la tuya terminan, y otras tantas apenas inician.
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