martes, 7 de abril de 2009

Los primeros segundos y la espera

El reloj es el principal testigo de mi espera, a la vez de que es el único que me la hace patente, echándomela baratamente en cara. Por dentro estoy más desesperado que un ciclón salvaje, pero por fuera trato de lucir tranquilo, el mercurio del termómetro lejos del individuo febril. El mono de piedra sólo mueve su cabeza, sonríe a lo que mira y se burla de mi espera; como si no hubiese tenido suficiente con el maldito reloj. Decido ver a la gente caminar sin rumbo fijo, quisiera decir de ellos tantas cosas, pero mejor me callo y miro. Al abrir el diario me encuentro con lo bien surtido que está hoy el mercado de la carne. Me pregunto quiénes están en lo correcto y quiénes son los extraviados. Vuelvo a mirar el reloj y pienso en tu aparente indecisión. Te he esperado desde mi infancia y aún no puedo distinguir tu voz. Para pasar el tiempo he besado otras palabras. Con ello sólo compruebo que eres la indicada. La última vez que te ví íbamos viajando en un tren cercano al infierno. Ambos salimos de allí tranquilamente, yo sin saber nada en concreto, tú con el mapa incorrecto. Han sido muchos pasos hasta llegar ante esta mesa, en donde no sé si para ti soy como humo de cigarro o si soy una especie de estrella, lejano y sólo un débil eco de luz con insuficiente luminosidad. El reloj me dice que aunque no me mueva cada segundo estoy más cerca de ti. Imagino que todo llega a su tiempo, sin importar la ansiedad que te enciende. La caja de música tocó su última tonada y ya no hay nadie más que yo en este lugar. Miro la hora y son mucho más de las dos. Parece que seré testigo de otro amanecer, mientras tú me has regalado otra aparente indecisión sin envoltorio. Regreso a casa, tan solo como salí de ella, pensando en ti, recordando que tu llegada puede ser como la de un ladrón apocalíptico. Entonces estaré preparado tratando de no cometer actos que me tengan que hacer suplicarte. Termino sospechando que el reloj no sirve más que para adornar la pared de la que bien se podría obtener mi lápida.

4 comentarios:

Sadie dijo...

hola, llegue a tu blog por el comentario que dejaste en mio, y me parecio muy interesante lo que escribes tu estilo es muy peculiar medio romantico-morbido-realista... si estas interesado en leer a Isabel Allende, te recomiendo muchisimo el zorro, y la casa de los espiritus, estan excelentes... Saludos.

Cecy dijo...

Interesante reloj.
Te marca varias cosas sin querer.

Besos.

Anabel dijo...

Hay un cuento fantástico de Cortázar en el que dos desconocidos se conocen en un tren a través de un juego que el hombre se ha inventado. Bueno, o algo así, lo digo porque tu cuento me lo ha recordado, aunque mi memoria de pez no recuerde el título.

El tiempo no existe, sólo existe para tocarnos las narices a los humanos, pero en cualquier otro lugar del universo, estoy segura, de que no existe. Las cosas suceden a su debido tiempo por mucho que las deseemos no van a venir antes, pero eso debería darnos igual porque el tiempo no existe, por eso llegan a su tiempo.

Joer, que me he liao.

Me gusta tu forma de escribir, mucho.

Regresaré, y es una maldición.

Besos,

Anabel, la Cuentista

Gittana dijo...

Hola... siento entrar hasta hoy, pero tu ya sabe el trabajo absorve... asi como el tiempo que marca tu reloj... es una agonía vivirlo...