La fe mueve montañas, encumbra religiones y hace que puedas creer mentiras. Bien tragadas y sin ensalada, quizás ensalzadas por las multitudfes a los pies de algo o de alguien. La fe altera tu memoria y borra infiernos donde casi nunca hubo paraisos, parnasos ni pambazos. Es vitamina de la memoria selectiva, sepulturera de los malos recuerdos. La fe es una necesidad. Sin fe más de la mitad del mundo se pegaría, de manera individual, un tiro en la sien (derecha o izquierda, aquí no hay distinción, aunque se requiere de fe para creer en la política), mientras la otra mitad del mundo sólo se quedría lánguidamente en sus casas... dejándose morir; decidiosamente esperando el fin. La fe te transforma para bien o para mal, aunque por lo general es lo segundo, y a veces tarda en hacerlo menos de una hora. Ella permitió que estuviéramos cerca y ahora es la que nos mantiene lejos. La fe sólo requiere de un corazón dispuesto, o venido a menos, el templo es un lujo de más. Hay veces que la fe no es más que un monosílabo sin tilde, y que me tilden de lo que sea, total, es más fácil estal tildado que de pie, sin importar la fe.
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