miércoles, 7 de abril de 2010

Rezar

Dios sálvanos de querer ser perfectos en lo que tanto repudiamos, sálvanos de conocer alguien demasiado parecido a nosotros mismos, de querer lo absolutamente imposible y de despreciar todo lo que puede ser. Sálvanos del destructor instinto de hacer naufragar todo lo que tocamos, de empecinarnos en perpetuar la contradicción entre palabras y hechos, sálvanos de la enajenación que tanto nos encanta y de querer cantar todos igual la misma tonada. Sálvanos de los recaudadores de impuestos y de gobiernos insensatos, al menos evítanos la pena de decir que pensamos cuando somos menos que bichos funcionales. Sálvanos de la tentación de iniciar otra guerra con cualquiera, o en general evítanos más guerras; sálvanos de no entender la lección y de tropezarnos siete veces veinte con la misma piedra. Evítanos tener que molestarte tanto con peticiones que no tienen caso, de caer en emergencias que podemos evitar y de hacer plegarias en vez de dar gracias cada que nos ponemos a rezar.

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