No nací para este mundo. No es que mi reino no sea de este mundo, no tengo corona ni de calvicie. No quiero ser rey para tener maquiavelos y catadores de alimentos, para cuidar mis espaldas y temer damoclianas espadas por el reino que alguien me quiera cambiar por un caballo. No, simplemente no nací para este mundo. No entiendo el absurdo revestido de garrientas tiras descoloridas de lógica y filosofía sin filo. No entiendo el hecho de que se exija que el amor para ser verdadero tiene que doler. ¡Joder!, como dijo el Mandril de Madrid.No entiendo que tenga Dios que dar unas tablas con nueve preceptos de sentido común, que tenga que haber leyes y legisladores para meter orden a seres que se presumen racionales, ah, pero además los legisladores terminan siendo corruptos. ¡Vaya eructo!, como dijo el borrego borracho en una barra de Bariloche. No entiendo por que la gente se presume respetuosa y trata de salirse siempre con la suya, jugando con cartas marcadas y llevando todo un de póker en las mangas.No entiendo que en la tierra donde se exalta la honestidad al ser honesto lo crucifican o lo destierran. No nací para este mundo y no sé qué tan urgente me sea buscar una salida, de menos quiero tres frascos de indolencia, y sumergirme en un buen libro o en una canción. Y mi lista se prolongaría no sé si al infiniyo, y más allá, por eso le meto un forzado final.
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