lunes, 5 de abril de 2010

sin ti

En la fría columna donde dicen que descansan Madero y Villa, te esperé con revolucionaria templanza. Con federal rebeldía y con estoica desesperación. Allí donde la piedra representa una idea quijotesca, que como yo, está en medio de una causa desde hace mucho perdida, pero en el fondo deseando que esa llama que parece apagada se encienda. Que fuera un fuego perpetuo como las mentiras de Pinocho, que al final, sin necesidad de cirujano, terminaron siendo verdades; perpetua como las emociones adolescentes ante la belleza que aparece impresa en páginas centrales; perpetua como el cariño que siento por ti desde que te vi, esperando escuchar de tus labios esa breve palabra de dos letras que termina en í. Qué me importa conocer los últimos rincones de este mundo, cuando esos viajes no los hago con tu compañía. De qué me sirve el reconocimiento de los demás, cuando tú ni te enteras y nuestras vidas son paralelas intocables. Aunque las probabilidades estén en mi contra en este juego de dados cargados, aunque siga respirando en este mundo que tanto necesita de soldados, sigue siendo fuerte en mí esa esperanza, aunque cargada de melancolía, que desea que esa llama que parece apagada se encienda. Que fuera perpetua como el agua salada del mar y de las penas, como la existencia de los castigos y las condenas. Perpetua como la vanidad, la ambición y la pobreza; perpetua como parecen serlo las cosas que uno detesta.

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