jueves, 1 de abril de 2010

Lluvia

Desde su infancia siempre creyó que los días lluviosos eran tristes, pero las cosas y las personas cambian, dicen que lo único constante es el cambio y sin embargo no hay nada nuevo bajo el sol. Él la conoció y de inmediato se enamoró de ella. A partir de ese día comenzaron los tormentosos días de la incertidumbre y la necesidad imperiosa de estar a su lado. Con mucha paciencia y pericia fue haciéndose un lugar privilegiado en el corazón de su amada, quien a pesar de todo dudaba. El invierno se convirtió en primavera y por fin comenzaron a salir juntos en el verano. Para él, cada momento con ella era un tesoro y el tiempo volaba sin detenerse siquiera a leer los letreros de duda que aún ella veía. Ella no dudaba de él, sino de sí misma. Curiosos los seres que buscan afanosamente el amor y cuando lo encuentran sienten no merecerlo. Ella pidió tiempo para pensar sus sentimientos, y él para ser cortés decidió viajar solo. Compró su boleto de avión y se dispuso a partir. Es curioso que los últimos días junto a ella fueran lluviosos, pero ahora la lluvia ya no le desagradaba en absoluto. Mientras caía la lluvia él recordaba su suave piel de serpiente, su bello rostro redondo con almendrados ojos y todas las palabras que ella le dijo con su dulce voz. Para él ella era como la lluvia, o por lo menos la lluvia le hacía recordar sus momentos junto a ella. El día de la partida ella no iría a despedirlo al aeropuerto, sin embargo él no dejaba de mirar atrás, buscando un milagro. Ese día caía una tormenta, quizá por eso la extrañaba más. Abordó el avión y se acomodó en el incómodo asiento. Comenzó a leer una de las revistas para matar el tedio y trató de interesarse, pero no podía dejar de pensar en ella. Al voltear la página escuchó su voz diciéndole: “¿puedo sentarme aquí?”Su corazón saltó de gozo cuando tras levantar su mirada la miró sonriendo con la calidez del sol. Fue la sorpresa más grata de su vida. La tormenta arreciaba, y a pesar de eso el avión despegó. Atrás iban quedando las luces del aeropuerto, luego las de la gran ciudad. Ellos se contemplaban enamorados mientras con ternura se tomaban de las manos. No sintieron el impacto de otro avión chocando contra el suyo. Gritos de desesperación por todos lados mientras iban perdiendo altura vertiginosamente y se acercaban a las luces de un poblado. Muchas personas murieron en el accidente, pero ellos dos conocieron el paraíso aun antes de llegar a él.

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