Perdiéndose en palabras que hace mucho tenían sentido, y que hoy casi ningún diccionario muestra, estaba el falso aprendiz de poeta, quien entre sinrazones y absurdos pretendía abrirse camino en el mundo de las ideas plasmadas en papel. Dios, con la paciencia infinita que según dicen le caracteriza, sonreía ante los vanos esfuerzos de aquellos que se empeñan en tomar los caminos que no les corresponden. No hay teléfonos en el desierto, es cierto, pues allí no hay nadie esperando llamadas. Todos estamos muy cerca y sin embargo, casi completamente aislados. Sentada sobre su arrugada blusa, una rusa espera con desamor el tren de las dos, que no arribará sino hasta las diez. Ella pensará, durante toda su espera, en el Creador. El muro de los lamentables libros que nadie leía fue por fin derrumbado. Nadie sabía por qué tantos se esforzaban en escribir, cuando ya nadie leía. El antiguo malabarista de oportunidades era ahora un tragaespaldas y había otros muchos tantos parecidos a ti. Muchas palabras desconocidas y un infeliz aprendiz de poeta que jamás logró despegar de la Tierra los pies de su alma.
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