viernes, 25 de abril de 2008

Famoso sólo cuando me muera

En estas pírricas batallas diarias en el empirismo de ganarse la vida para poder vivir, cuando el medio a veces es mayor que los fines. Esperando que se termine lo estipulado en el papel que le firmé a Mefistófeles. Pensando que sólo seré famoso después de muerto, que mis escritos son mensajes en botellas que flotan en las aguas del tiempo. Mientras tanto, sólo un necio más en las estadísticas del Eclesiastés. No tuve que cortarme una oreja, y tampoco corté rabos en la plaza del mercado; sólo bastó perder un buen pedazo de corazón. Hay mañanas en que uno despierta con una claridad que espanta. Como si el truco de magia no hubiera resultado y es muy tarde para remediarlo; el público interno abuchea y hay que devolver las entradas. Suena a una sarta de incoherencias, pero te garantizo que está más claro que el agua clara que brotó de su fuente. No quiero vivir por siempre. No quiero ser presidente de nada. No quiero dar mi vida a ninguna institución. Ya demostré que fui capaz de recorrer el camino de la mediocridad existencial, y lo hice mejor que muchos que tanto me criticaron. Es hora de escupir la manzana y empezar a buscar mi paraíso. Hora de hacer lo que siento que se hacer mejor, aunque sea más improductivo que tratar de escupirle al sol. Nadie ha vivido realmente de lo que escribe. El arte y el amor no dan realmente de comer. Al final todo mundo para sobrevivir debe prostituirse o autohipnotizarse para convencerse que es sólo un engrane obligado a producir. La ironía vendrá cuando a alguien realmente le importe lo que he dicho, y hasta quiera pagar por verlo. Igual y todo es un simple sueño.

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