miércoles, 2 de julio de 2008

Novelas

Algún día callaré. Mientras tanto sigo haciendo ruido y aunque nadie me lo haya preguntado, contagiado por esos best sellers que hablan de los 1000 libros que hay que leer (dándonos una sinopsis escuálida con sabor a autosatisfacción manual, comparada con la realidad), o de las listas de obras que uno se llevaría a una isla desierta, mencionaré las novelas que más recomendaría. Crimen y castigo de Dostievsky, aparte de que él es uno de mis autores favoritos, e independientemente de que muchos intelectuales digan que ésta es la novela perfecta, Crimen y castigo es un tabique voluminoso que se le con mucho interés, uno se queda encantado con la historia y es difícil soltarlo. Aparecen esos personajes con muchos conflictos de personalidad y ataques nerviosos tan comunes en las obras del ruso, pero de fondo hay un asesinato y una investigación capaces de mantenerlo a uno interesado. ¿El crimen perfecto? Recuerdo que mi hermano me dijo que Raskolnikov pudiera ser bien interpretado en el cine por Brad Pitt, y coincido con él. De otro de mis favoritos, quien en cualquier librería siempre está muy cerquita de Dostoievsky, Grandes esperanzas de Dickens. Pip y su futuro dorado, el preso, Mr. Jaggers, Estella y Miss Havisham, la eterna novia amarilla que quiso detener el tiempo y vivió en la decadencia, polvo y ratones incluidos, queriendo construir la venganza contra el pérfido corazón de los machos humanos. Mucha identificación, una novela de Dickens con diversos tintes de su estilo, pero a la vez bastante diferente a todas las demás. Dicen que la escribió tras una decepción amorosa, y lo creo. “No hay que dejarse llevar por el aspecto de las cosas, sino por los hechos, básese en los hechos y no se equivocará”, a veces se me olvida el buen consejo del frío Mr. Jaggers, tan profesional. El conde de Montecristo, de Dumas, fuera de todas las versiones baratas que han hecho el cine y la TV de esta novela, sigue siendo otra de las grandes obras maestras que sin querer aleccionarnos en nada, nos entretiene de principio a fin. Por Dumas me pregunté por primera vez ¿qué diablos hace la gente viendo telenovelas idiotas, cuando hay más suspenso, intriga y torbellinos emocionales en una novela de Dumas? La venganza siempre es encantadora, y la manera en que nos la cuenta Dumas es más fascinante aún. La Fortuna es una rueda y Edmundo Dantés ha visto mucho mundo con una idea fija en la cabeza. Lo que el viento se llevó, de Margaret Mitchell, yo no sé cuántos libros escribió esa mujer, pero con éste basta y sobra. Dice casi todo de una relación con bajos abismales y unos pleitos dignos de cualquier tormenta de pareja. Personajes encantadores, y es difícil que olvide yo a Scarlett. Unos pequeños tintes históricos de la época de la guerra civil gringa, pero el verdadero sentido de la historia es el amor desfasado entre dos egoístas. Hablando de historia, Los miserables, de Víctor Hugo, giros del destino al estilo Montecristo, y con ensayos históricos sobre Napoleón y Waterloo (los cuales me salté porque no estaba yo de humor para ser aleccionado y quería saber qué más pasaba en la trama y en la vida de Jean), con muchas imágenes memorables. La despedida de Kundera. Un autor que desde la primera vez que leí se convirtió en uno de mis favoritos, en esta novela resume todo su estilo y da algunas sorpresas, esa introspección y esa visión del mundo, tan actual y siempre tan vigente, un clásico al instante. Cien años de soledad de García Márquez, alguien a quién culpar de que yo haga el intento de escribir. Sin haberlo querido emular jamás, mi viaje a Macondo fue lo que me hizo pensar que todo se puede decir en una hoja de papel. El encanto de los Buendía, en su laberinto generacional, el retrato de América latina, tan fiel y con una supuesta magia que asombra. Suena a las historias de mi abuela también. Sidharta de Herman Hesse, es la novela que más veces he leído, y siempre me resulta distinta. Es posible que ese libro sea un espejo para el alma del lector y que quien cambia es uno. No lo sé, pero seguro la volveré a leer. Alicia en el país de las maravillas, de Lewis Carroll, es la imaginación desbordada, uno de mis libros favoritos, pero es de esos que uno odia o ama, sin que existan puntos medios. Esas son las novelas que recomendaría, aunque nadie me lo haya preguntado. No sé si son diez, y no me las llevaría a una isla desierta (salvo a Alicia) porque ya las leí, pero así, sin pensarlo demasiado, son las novelas que más recomendaría.

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