sábado, 9 de agosto de 2008

Historias no registradas

Pocos temas sobre los cuales hablar, y sin embargo seguimos hablando de ellos; pero por otro lado la añeja pareja que llega a comer a un restaurante de segunda no dice ni una palabra entre sí. Hay historias que dejaré ir por desgana. La déspota mesera que trata con la punta del zapato a los comensales (quienes no salen, sino que entran a comer) tendría como verdadera vocación el futbol, si el balón tuviera forma de trasero, pero tampoco despierta en mí el interés suficiente y por eso se quedará en la nada. En el ignorado anonimato quedará también el vendedor de enciclopedias y cuentos ilustrados para niños a los que no les gusta leer. Cientos de imágenes y pocas palabras, porque según se dice “una imagen siempre dice más que mil palabras”. El tipo vende sus productos diciendo que el fomento de la lectura es un gran obsequio que un padre puede hacerle a sus hijos (aunque el vendedor, que no lee ni sus horóscopos abreviados, no piensa darle nada de esto a sus hijos, y a él de niño sus padres jamás le compraron un libro). Perdida en la nada quedará también la historia jamás contada de la chica no guapa cuyo no galán la presume a sus amigos como “mi peor-es-nada”, y que a pesar de estar académicamente bien preparada no pasará nunca de ser una empleada explotada e infravalorada (y como fondo se escucha el “Tema de Lara”, que no es de Agustín). Y la joven de largos cabellos y ojos pequeños quien, al no sentirse particularmente atractiva, gusta de juntarse con chicas oficialmente declaradas feas, porque en el reino de los ciegos el tuerto es rey. El anonimato y las aguas grises son el territorio de las masas, por eso todos quieren sus cinco minutos de fama, para así darle sentido a su existencia. Claro que la mayoría no tendrá esos cinco minutos, sólo días eslabonados, voces sin sonido y un hueco en donde debe ir el alma. Mira que te lo dice un aspirante a escritor quien es el único lector de sus propias obras. Todo esto desde la ‘tierra de lo que pudo haber sido’. Y mi historia tampoco quedará escrita.

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