Igual y te cuesta trabajo creerme. Miras hacia adelante y de una pick up se asoma, cual cucú hecho en Hong Kong, un tipo con la cara de King Kong, para expeler sus mucosidades nasales y hacer que se frían en el cálido pavimento impávido de mayo. Retiro la mirada del grotesco espectáculo y veo al retrovisor, para encontrarme con la morena mujer troll que viaja sola y conduce bailando a ritmo de cumbia. Sus rubios cabellos, quemados y enmarañados, emplearon tanta agua oxigenada que mejor hubiera sido aprovechada para extraer el elemento gaseoso y darles un respiro a los 30 buzos atrapados en el interior de un flatulento elevador. El tráfico es pesado y la troll morena no me divierte lo suficiente, decido ponerme a buscarme en todos los autos que son casi idénticos al mío. Nomás no me encuentro. Veo al adolescente orgulloso estrenando su licencia de conducir, saboreando de antemano el éxito inusitado con las chicas de su escuela cada que su mamá le preste el auto y se ponga la loción de su papá. Ese no puedo ser yo. En otro carro viaja la madre histérica con su histérico hijo, como compitiendo para ver quién tiene menos paciencia. Los declaro empatados. No soy tampoco ninguno de los dos. En otro auto viaja el hombre de bizca moral, que se ufana de ‘tirarse’ a su secretaria a la vez que es muy celoso con su esposa. No creo ser él ni hoy ni mañana. Espero que no. Justicia ante todo. Quizás pueda ser aquél otro que ayer se pasó un semáforo en rojo y fue sorprendido por un sorpresivo agente de policía. “¿Cómo que se pasó el alto joven?”, fue lo que dijo el agente mientras el infractor le deslizaba un billete de buena denominación en la mano enguantada. “Ah que caray joven, no lo vuelva a hacer, mire que es peligroso”, el agente subió a su moto y se perdió con los idus de marzo, y eso que es mayo. Igual y yo soy ese infractor, pero la experiencia me dejó un mal sabor de boca, tal y como si hubiera comido una galleta de cobre sin azúcar. Aún me restan de menos otros 40 minutos en este tráfico que no parece avanzar, pero ya me cansé de observar y mejor me escapo oyendo en el estéreo una tocata y fuga de un tal bach.
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