Con la cultura en el culo (donde muchos creen que debe estar), las sombras flotan sin huella y sin sentido. Todo prefabricado. En serie, no bromeo, a distintas medidas, pero los mismos patrones y ellos, casi todos esclavos, que se creen muy libres. La rebeldía domada, empaquetada, emparentada y apadrinada. La crítica sólo sirve para hablar de intrascendentes series de televisión. Amarrados al tiempo, la moda y la productividad. Sedientos de necesidades creadas. Las mismas opiniones de sus líderes, sólo se cuestionan qué regalar en navidad y en san Valentín. Miran al extraño como si éste fuera de otro mundo, ese extraño que siguiéndoles la corriente les dice: “mi reino no es de este mundo”, que inmundo. Hoy probablemente lo clavarían en una antena que sirviera para transmitir futbol. Y ahora sí somos uno, haciéndonos creer que somos únicos. Todo empaquetado, comunicaciones al alcance de la mano, para ya no decir nada diciéndolo todo. Porque no participas dicen que te sientes patológicamente superior. El pato Donald en el mundo de las matemáticas tenía más razón. Sé que el Reino no es de este mundo, pero entonces no tengo ni idea de dónde puede estar. No veo señales ni rutas que me lleven a él. Me siento también extraño en el lugar donde nací y no soy profeta ni en el extranjero.
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