Dos niños gordos como budas felices esperando la llegada del bus, sentados en el suelo con la mirada perdida en un horizonte de concreto y smog. Las roturas actuales de sus dos corazones no son nada en comparación con lo que el destino les depara a la vuelta de una no muy lejana esquina. Gran parte de lo que ahora aprenden de forma académica y sistemática no les servirá para maldita la cosa. Uno terminará levantando valencianas de pantalones, no en España sino en el departamento de caballeros de una explotadora tienda del verdadero tercer mundo. El otro buscará el dinero fácil y terminará siendo un peón relleno de plomo, chivo expiatorio de unos amos de gran poder ilegal. Por eso les conviene no soñar mucho y seguir así sentados como dos budas felices, con miradas perdidas en lo que llega un bus.
miércoles, 24 de septiembre de 2008
Dos en espera del bus
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