miércoles, 3 de septiembre de 2008

El parque

Ignoro cuántos primeros pasos se han dado aquí, cuántos niños hicieron sus primeros descubrimientos y cuántos ancianos han dado sus últimos pasos; cuántos enamorados descubrieron en este sitio el universo que se abre con el primer beso. Cuántos recuerdos se forjaron aquí y cuántos momentos que la gente preferiría olvidar. A pesar de todos los recuerdos que se crean en este parque, a pesar de que si me esforzara un poquito podría llenar hojas y hojas de mis memorias, realmente en este lugar siempre me acuerdo de ti. Sé que aquí te dije que te amo, nada original pues en este lugar muchos habrían dicho lo mismo. Sé que aquí sentí más de tres veces que era la última vez que te vería, y sin embargo nos volvimos a ver. Recuerdo la vez del taxi, con tus cajas, recuerdo también la vez que dijiste que lo nuestro carecía de futuro (quizá no en esas palabras, pero así lo entendí), recuerdo cuando dijiste que esperabas un hijo y la primera vez que lo vi. Recuerdo que aquí solucionamos una de nuestras mayores diferencias. Recuerdo haber sentido aquí mismo que mi sombrero de trucos estaba ya vacío y que también se me habían acabado los ases en la manga. Cuando más sentía eso, sin habértelo mencionado, tú me dijiste lo contrario. Lamento decir que si alguna vez hubo aquí un beso, lo he olvidado. Siento a este sitio como el lugar de los adioses y de los holas; de abrazos y de lágrimas, de noticias que podían construir monumentos de esperanza en el alma y de frases que los destruían hasta sus cimientos sin dejar siquiera ruinas. Hoy quise venir sin esperar encontrarte, pero de todas maneras te encuentro. Tengo la sospecha de que si algún día pierdo la memoria, no podré perder esos recuerdos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Caminaba por avenida de las Palmas y le gustaban mis cuentos. Recorrió cada calle aledaña a la oficina y al parque también; no peinaba sus cabellos ni seguía la moda; sin usar reloj, se regía por horarios y citas puntualmente y le gustaban mis cuentos. Su espíritu era libre y su corazón rebelde, no creía en los contratos, sólo en conexiones eternas, y abusando de ilusiones, creyó enamorarse de mí y exigió correspondencia a quien de vuelta de todas las desilusiones venía.
Caminaba por avenida las Palmas, donde tropezamos y nos desencontramos; en esa calle nos hicimos amigos, gemelos y cómplices y nos reconocimos extraños al paso de algún tiempo y sí, le gustaban mis cuentos