domingo, 29 de diciembre de 2019

Tiempo

De tirano a doctor.

De aliado a enemigo.

De vigorizador de vida

a verdugo sin piedad.

De liebre a tortuga.

De oro a muerto.

A veces feliz y en ocasiones triste.

El tiempo es una relatividad de algo que ni siquiera existe.

jueves, 19 de diciembre de 2019

Las 3

Todo fue gradual como una buena novela, como un aprecio bien cimentado, como el cambio de los colores del cielo al amanecer o al ocaso. El asunto inició en el momento preciso en que se abrió la puerta de mi habitación a las 3 de una madrugada, ahora algo lejana, que resultó ser la primera de muchas.

Las tres de la madrugada, esa hora fresca o fría en la que mucha gente tiende a morir y a veces gusta aparecer después de muerta, para desaparecer cuando canta el gallo.

Yo vivo solo. Desde hace décadas nadie tiene llaves, ni acceso, al interior de mi vivienda, por lo que nada ni nadie pudo abrir esa puerta, es decir, ni el viento, ni una persona cercana, ni un animal. Vivo literalmente solo. La puerta simplemente se abrió. Yo desperté de inmediato, pues mi sueño siempre ha sido frágil como un cristal.

Me levanté a revisar la cerradura de la puerta, esta funcionaba sin ningún problema; revisé las ventanas y comprobé que no había nada ni nadie que pudiera haber abierto esa puerta. La cerré de nuevo, cuidadosamente, asegurándome de que quedara bien cerrada. Regresé a la cama y reanudé mi sueño, verificando que nunca es posible retomar un sueño en el punto que se interrumpió.

La siguiente noche, a la misma hora maldita, de muerte y ánimas, me desperté al percibir un aroma extraño. Era un  perfume floral, suave y dulce, que no me pareció familiar en absoluto, y no rememoré a ninguna persona que oliera así. Desperté un poco alarmado porque ese aroma  significaba que había alguien más en mi habitación. Me levanté para encender la luz. Y no había nada extraño, ninguna presencia visible, nada fuera de lugar. La puerta estaba bien cerrada. El perfume fue desapareciendo conforme yo fui despertando más. Regresé a la cama y comprobé de nuevo que es imposible retomar un sueño en el punto que lo dejamos al despertar.

Cosas similares me sucedieron desde entonces, noche tras noche a lo largo de muchas lunas y cielos nublados, siempre en mi habitación, siempre a la misma hora, siempre un acontecimiento diferente que me despertaba y que hacía que yo me levantara. En esas muchas noches jamás vi nada, jamás un cartero en bicicleta a los pies de mi cama, tampoco aves raras, aunque sí escuché en una ocasión un grito que sonaba a graznido; en otra ocasión fui despertado por un fuerte aleteo sobre mi cama.

Esta mañana, encontré en un cajón una libreta vieja que por años me sirvió de directorio y agenda. En ella están anotados nombres, direcciones y números telefónicos de todas las personas conocidas mías con las que tuve algún tipo de relación cotidiana. De súbito descubrí que esa libreta es realmente un Libro de los Muertos, pues toda la gente allí anotada ha fallecido. Comprendí que yo he vivido demasiado. A la noche me fui a la cama con esa idea, que me acompañó toda la jornada.

Caí en un sueño profundo sin trabajo alguno, hasta que me despertó la sensación de un frío intenso, como el aliento de una caverna tan oscura como el interior de un cañón. Miré el reloj, eran las 3 de la madrugada (si hubiera sido otra hora me hubiese sorprendido, pero ya me lo esperaba). Y como si fuera cualquier cosa, supe que esta sería mi última despertada.

Me levanté, encendí la luz, tomé mi bolígrafo y libreta de escritos, y escribí todo esto. Las 3 de la madrugada es la hora en que muere mucha gente, ahora lo sé de primera mano.

martes, 17 de diciembre de 2019

Martha

"Martha no está aquí", te dijo el elegante recepcionista que olía a fragancia cara de Francia, en la elegante sala de espera de una empresa importante. Y contraviniendo las reglas de la compañía, quizás porque se sentía solo, porque le simpatizaste o porque nada le importara, el chico te dejó pasar a las oficinas para que comprobaras la ausencia de Martha.

Así que buscaste a Martha en cada cubículo ovalado o rectangular, cada rincón, alfombrado y sin alfombrar, en el comedor comunal y en los sanitarios a medio limpiar, en las salas de juntas y en los sitios más apartados. Buscaste a conciencia, no porque dudaras del fragante recepcionista, sino porque tu santo patrón es Tomás.

Efectivamente, Martha no estaba ahí.

Te preguntaste si Martha había llegado a la oficina ese día, pero se hubiera tenido que ir antes de que tú llegaras. Quizás ese día de la semana Martha solía arribar más tarde, quizás estuviera, escaleras abajo, subiendo como ángel de Jacob. ¿Sería que algún contratiempo la estuviera retrasando? ¿Estaría haciendo algo oculto, al margen de los horarios de oficina y de los estatutos morales? Cada uno de tus cuestionamientos quedó sin respuesta, todo era un abismo negro de posibilidades inciertas.

Entonces decidiste relajarte pues, de hecho, no conoces a ninguna Martha.

jueves, 12 de diciembre de 2019

Extravío

El Paraíso se perdió como la cabaña de un Tío Mango o el Teatro Roxy. La inocencia se pierde como se extravían la virginidad y algunas calcetas: con o sin explicación aparente.

Hay padres y madres de quienes ya no se sabe más, progenitores que salen por cigarrillos y no regresan a casa ni siquiera para fumar su compra.

Las buenas intenciones son de las cosas que se pierden con mayor rapidez, igual que las palabras zalameras de quien ruega, tan pronto obtiene lo que solicita.

Se pierden memorias e imágenes. Todo aquello que grabaste para la posteridad, con dispositivos que la tecnología supera, se borra en el olvido total.

Hay jóvenes, niños y niñas, cuyas existencias se desvanecen sin explicación en sistemas totalitarios, regímenes criminales o democracias de lobos con piel de oveja. Jamás los volvemos a ver.

La vida nunca pierde su sentido, simplemente porque jamás lo ha tenido; pero tu nombre y el mío sí que se perderán en el infinito.

Se pierden apuestas, leyes y reglas. No importa que algo te importe mucho, al parecer todo regresa a un inicio, que a su vez es final de algo.

Somos parte de una serpiente universal, o multiversal, que se alimenta de su propia cola, representación casi perfecta del extravío total.

Como ya te dije, todo vuelve a iniciar, quizás de una manera distinta, quizás igual. Todo es confusión, y el orden es sólo un ideal.

Nos perdemos, con constancia pasmosa, de nuevo en un "para siempre", que a su vez se extravía eternamente.

Fuimos polvo, y seremos polvo, partículas de algo que fue, pero como si no hubiese existido. Por eso carpe diem y que siga el olvido.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Una mañana de otoño

Es una bella mañana de otoño, engalanada con atractivos colores desde el amanecer. Presencia de la naturaleza que reta y vence a las construcciones humanas. Mira al cielo, al que no hemos llegado realmente, y verás por qué sospechamos que existe un dios.

Es una bella mañana de otoño que transcurre con cielo azul y despejado, con una claridad a la que deberían aspirar nuestras ideas y una frescura que alienta a seguir adelante.

Es una bella mañana a la que sólo le falta tu presencia. Tu porte y tu mente, hermosura y personalidad, que enriquecen y aportan, tu modo de ser natural y el tesoro de tu conversación que ayuda a crecer a quien tiene la suerte de escucharte.

Es una bella mañana de otoño, que te evoca, porque eres parte importante de la vida, la haces más completa; tú que también puedes ser prueba de una generosidad divina.

Una bella mañana de otoño...

sábado, 30 de noviembre de 2019

Autocompasión

Cada mañana en el mismo lugar, aunque bajo distintos cielos.

Aplastando las nalgas en las mismas gradas, usando los mismos audífonos,
probablemente escuchando la misma canción y el mismo artista.

El joven obeso, de anteojos gruesos, vestido de ropa deportiva,
echado como base de tótem, mirando pasar a la gente que se ejercita.

Hace meses, este chico se propuso bajar de peso, activarse y alimentarse bien.

Pero come la misma chatarra y únicamente se despega el monitor para ir a sentarse y escuchar lo mismo de siempre.

A veces le duele recordar los rechazos en la escuela, en la iglesia y en las entrepiernas.

Rechazos en cualquier lugar donde se apersone, rechazos que sólo le queda apechugar.

Ahora duda mas en hablarle a las chicas que le gustan y ni si quiera tiene valor para pedirles la hora a las que no le interesan.

¿Por qué lo hizo Dios tan repelente y tan candente?

Sueña en que se inventará una medicina o que encontrará el hechizo que le permita bajar de peso en un parpadeo, y ponerse todo duro... ¡Ja, seguro!

Sueña en que llegará el día que todos lo admirarán, lo buscarán, y dejará de sentirse solo, tan solo.
Piensa que el futuro será muy bueno con él.

Pero hoy es hoy e, igual que mañana, el chico obeso con ropa deportiva estará sentado en el mismo parque, sobre las mismas gradas, usando los mismos audífonos y escuchando la misma canción. Hasta el fondo del profundo hoyo de la autocompasión.

clown

jueves, 28 de noviembre de 2019

Paciencia

"Paciencia", dice el viejo en el mar al mediodía, cuando nada ha picado desde el amanecer, adornando la palabra con términos coloridos y mal sonantes que practica por las noches con su vecino el verdulero y una botella de ron.

La paciencia es una de esas cosas que siempre echamos en falta cuando más la necesitamos, como los retretes, la fuerza de voluntad y el vigor sexual (si eres hombre, claro está). Es también de las cosas que más se predican sin el ejemplo, por eso es hermana de la verdad, la virtud, la justicia y la honestidad.

"Paciencia", dijo el jefe de policía a sus subalternos brutos cuando notó que se les estaban pasando los puños en el interrogatorio de un inocente que se empecinaba en no confesar el delito no cometido.
"Paciencia", fue el título de una balada tranquila, escrita por el cantante arrebatado y retador, en un oasis de calma existencial. Fue como un ruego para que la vida le concediera lo que considera inalcanzable e imposible.

"Paciencia", suelen pedir al pueblo oprimido, con voz almibarada, los ricachones, papas y faraones de la falsa democracia, pues, total, ¿no se les dará a los pobres felicidad con creces en la eternidad del más allá, mientras los primeros del mundo bailarán hula hula en el ojo de una aguja?
Paciencia es lo que nos esquiva cuando no coinciden nuestras opiniones y juicios. Cuando carecemos de buenos argumentos para sustentar nuestras palabras.

"Paciencia", nos dirá el portero del Cielo para saborear el tiempo que simule revisar su lista en blanco de invitados, atisbando nuestras vanas esperanzas y carcajeándose por dentro, antes de revelarnos que nuestro destino es el infierno.

Simple paciencia, compleja ciencia.

job

domingo, 27 de octubre de 2019

Muros

Él, arrastrando las palabras como cadenas de esclavo cansado, pidió una nueva bola de cristal, pues había consumido hasta la última gota de la que aún tenía sobre la mesa.

Su acólito estaba alcoholizado.

Ella presintió claramente lo que seguía. Era como si se le revelara el guion de esa obra barata que ambos interpretaban allí, a media luz, rodeados de extraños.

"Por favor no digas nada...", le suplicó ella con voz y con miradas.

Tras dar un largo trago al oscuro contenido de la nueva bola, él se aclaró la garganta. Ella pensó con la tristeza de la derrota: "aquí viene...".

Desinhibido por el alcohol, él abrió las compuertas de su corazón permitiendo la fuga salvaje de palabras que intentaban describir lo que pensaba y sentía por ella en un tiempo que no sabría si medir en meses o en años, pero que por su silencio sentía como siglos. El afluente desbordado de confesiones valientes, pero no razonadas, cuyos detalles él jamás recordaría, calaron hondo en el ánimo de ella.

Ella supo entonces por qué le resultaba tan familiar este guion: en un pasado tan adyacente como la ausencia de condón, ella había representado el papel de acólita alcoholizada en una situación similar, diciéndole a un hombre mayor cosas parecidas a las que ahora escuchaba de este joven, que tenía la misma edad que ella.

En aquella ocasión, ella logró lo que quería, al menos por una noche. Pero el mañoso otoñal no sólo continúo al lado de su esposa, a quien juraba detestar con el alma, sino que aprovechó la ocasión que se le presentaba en bandeja de plata dejando a la chica embarazada.

Ella tuvo que afrontar sola el aborto cuando se hizo patente el resultado de aquella noche. Del hombre ya no supo nada, pues había levantado un muro enorme para impedir la comunicación entre ambos. Luego, para ella todo fue salir de la depresión que nadie se explicaba, volver a frecuentar a la gente, salir y retomar una vida "normal".

Ella siempre supo las intenciones de este chico, sabía que con él no se trataba de un viaje por la ruta de la amistad. Ella en verdad lo apreciaba, disfrutaba de su compañía, pero nada más. ¿Por qué las cosas no podían seguir como hasta entonces? Ella se había convencido de que podría controlar la situación indefinidamente, como hasta ahora, pero como suele suceder, subestimó la fuerza del alcohol.

Ella dejó que él terminara todo lo que quería decir, soportó con paciencia de mártir todas las reiteraciones que mareaban y las incongruencias discursivas. Él nada dejó de lado para expresar todo su mensaje.

Al final ella le dijo: "Disculpa si te di esperanzas, esa nunca fue mi intención", y le propuso que ambos siguieran como si nada, como si aún nada se hubiese dicho en esa velada, continuar la relación como hasta ese momento y, quién sabe, quizás en el futuro...

Pero él no mordió el anzuelo. En extraña iluminación etílica supo que ese era el fin.

Pagaron la cuenta y se fueron de allí actuando como si nada. Él la acompañó hasta la puerta de su casa, y antes de despedirse se sintió obligado a pedirle perdón, sin que le quedara en claro cuál había sido su falta.

Ese perdón fue el primer ladrillo de su muro de incomunicación.
cerveza bola

lunes, 21 de octubre de 2019

blandura


La decadencia de los seres humanos suele ser blanda. Puedes constatarlo en el abdomen y la cintura de los más decadentes. Es blanda como el colchón del éxito y de la estabilidad aparentes, cuando ya no hay gusto por correr, sino por atesorar.

El miedo al frío y a la soledad hace que la gente se conforme con casi cualquier cosa, genera votos en un sistema amañado, en el que no hay opciones, lleno de promesas de continuidad, mentiras y más mentiras disfrazadas de libertad.

Con la blandura nos decantamos por la indiferencia, sobre la que creemos edificar nuestra paz privada, y muy personal. Así es como los antiguos revolucionarios se hacen burócratas, los poetas terminan trabajando en publicaciones comerciales de tercera y los soñadores se rinden para poder untar mantequilla en sus panes.

Con la decadencia el tiempo empieza a regirse de acuerdo a las fechas en que se pagan los salarios y en que se sale de vacaciones. Las voces se alzan sólo para hacerse notar en el mercado o para acusar a alguien de una competencia desleal.

Tener, más que ser, y evitar darle cara a cualquier otro dilema existencial que no se relacione con la productividad.

Consumir cultura prefabricada, escuchar música como se gastan pañuelos desechables. Ni cuenta te das cuando esta blandura te llega hasta el cuello y eres la sombra esférica y caricaturesca de lo que fuiste. Igual y terminas siendo de los que hacen ejercicio, simplemente para canalizar tu consumo, y hacerte creer que haces por ti algo para competir con los demás.

Lo que parecería la solución sencilla a esta blandura es botar todo y recuperar la libertad, pero es muy fácil decirlo y casi imposible realizarlo. La blandura conquista, la pereza seduce, la tranquilidad adormece y la estabilidad aturde. Todos queremos un camino fácil. El tiempo tampoco ayuda mucho y poco a poco tus huesos se niegan a alejarse del calor del hogar. Al final descubrirás que todo fue una ilusión dentro de un círculo vicioso.

Y aquellos que permanecen fieles a sus sueños y se empeñan en no venderse, son glorificados por los blandos, pero siempre después de que son crucificados. Esos héroes suelen morir ‘jóvenes’. Aunque ese es realmente otro tema.
Edward_Bright

viernes, 18 de octubre de 2019

Con la mejor disposición

Armado de paciencia y fe, estoy aquí, esperando lo mejor contigo; a pesar de que las experiencias siembran dudas en el campo fértil de mis ideas.

No puedo evitar preguntarme: ¿y qué tal si lo nuestro tiene el mismo final trágico de mis anteriores experiencias?

Todas mal, siempre mal.

Nada indica realmente que ahora vaya ser de otra manera. Lo más probable es que se trate de la misma historia con escenarios distintos. El mismo papel femenino, interpretado por una nueva protagonista.

En lo que se refiere a las relaciones sentimentales, parece que tengo el toque inverso de Midas. Aquellas que eran malas, conmigo terminaron siendo peores, y las mejores, en mí descubrieron cómo ser villanas.

Las dudas son las vitaminas de la fe, y quizás por ellas sigo esperando algo bueno contigo.

Presiento que eres la correcta.

Aunque, honestamente, siempre sentí lo mismo con cada mujer de quien me enamoré. Percibo, a pesar de todo, que eres distinta, además de ser auténtica y sincera.

Esta vez, nada puede salir mal.

Aunque, ahora que lo menciono, siempre todas fueron auténticas y sinceras. Mentiría yo si dijese lo contrario.

Pero contigo siento algo diferente: la confianza mutua es enorme, podemos hablar de todo sin problemas, aun cuando no coincidimos por completo. Diría que las diferencias nos alimentan.

Claro que, ahora que lo recuerdo, eso mismo sentí al principio con mis parejas anteriores. Las confesiones y las charlas inocentes se transformaron en arenas movedizas de crítica y recriminación, donde se fue ahogando la confianza.

Esto del amor me resulta como un juego de dados recargados... en mi contra, claro está.

Ya estoy lo suficientemente viejo, y no comprendo para qué siquiera lo intento otra vez.

Pero por alguna razón aquí estoy, armado de paciencia y fe, con la mejor disposición para intentarlo de nuevo.

Creyendo en ti.

Ojalá esta vez no se trate de abordar la nave que va directo al hundimiento o subirme al dirigible que volará, pero en pedazos. No, creo que no. Creo que esta vez vamos en el camino correcto, aunque...

ciego

martes, 15 de octubre de 2019

La falsa reina pequeña

La falsa reina pequeña era aún más mentirosa que toda su joyería de plástico.

No niego que yo le hice la corte, y que ella terminó cortándome.

Lo que me sorprende es que ella siga creyendo todavía en sus trucos de magia verde, que nada tienen que ver con la ecología.

Es una pena el desperdicio de su carisma. Es una pena escuchar sus falsos ideales, como esa humildad que presume y que siempre termina arrastrándote.

Lo siento reina, tengo que salir de tu castillo, pagas muy mal el puesto de bufón.

Cómprate un cocodrilo sin caries para que sigas admirando sonrisas y un barril de orgullos tragados para que guardes en él tus amarguras.

Tú que lees, te diré que no entres en ese castillo, pues el tiempo castiga cruelmente a la reina y en un momento de distracción podrías terminar siendo el inestimado candado de su alcoba apolillada.

Reina, no niego que alguna vez adoré la imagen que representabas tan bien.

Septiembre de 1995
reina

domingo, 13 de octubre de 2019

Chidiando calacas

"'ira wey esa calaca, 'ta chiiiiiida", dijo la mamá a su hijo, que viajaba junto a ella en el autobús, mientras apuntaba su índice a una calavera enorme en la acera, la cual estaba decorada con muchos colores, al igual que otras tantas calaveras exhibidas a lo largo de la avenida con motivo de la inminente celebración de Día de Muertos en la Ciudad de México. 

"'má, 'ta chiiiiiida", respondió a su madre el niño, como de 9 años y medio, aprobando la apreciación estética de su progenitora y agregando: "'ira 'ma es'otra calaca, 'ta chiiiiiida", señalando la siguiente calavera que se vislumbraba en la acera.

"Sí'ijo, tá chiiiiiida", asintió la madre, "'ira es'otra, también 'ta chiiiiiida...". 

" 'má, 'ta chiiiiiida. Pero 'ira es'otra, también 'ta chiiiiiida...", dijo el niño.

Ese diálogo no tuvo variación durante las siguientes 32 calaveras en la avenida, hasta que en su turno del responsorio pagano el niño, algo cansado del monótono juego, dijo: "no 'má, esa no'stá chida, ¡hasta parece que la hicistes tú!".

Ese insulto hirió hondo el orgullo de la feliz madre, fue como un trago del vino marca Gólgota, cosecha año 0. La dolida mamá respondió: "¡No seas grosero!", y queriendo cambiar de inmediato la conversación, al ver la Fuente de la Diana Cazadora dijo: "'ira, una vez te traje a esta fuente, ¿te acuerdas?".

Claro que el niño lo recordaba bien, en su memoria estaba bien grabada la impresión de ver una 'ñora encuerada hasta arriba de la fuente, pero con ánimo de seguir jodiendo a su progenitora negó como cualquier Pedro embriagado de poder: "no 'ma, nunca venimos ahí, tú me confundes con otro niño".

La ofensa de la madre se hizo más profunda, porque su supuesto arreglo resultó agravar las cosas. Ahora no sólo estaba ofendida, sino también humillada y encabronada, y le respondió al hijo ingrato con enfado: "¡cómo que te confundo wey!, si eres mi único pinche hijo. Qué pinche grosero eres, 'ora nos regresamos a la casa y no te llevo a las lanchas".

El niño no era borracho que traga fuego (eso lo será en unos 10 años más) y, tras percatarse que se había pasado un poco de la raya, dijo zalamero: "'ira má, esa calaca 'ta chiiiiiida".

La madre de inmediato se conmovió por la dulzura de su pequeño y le respondió: "sí, 'tá bien chiiiiiida... 'ira es'otra también 'ta chiiiiiida...".

Y así siguieron los dos, como si nada feo hubiese pasado entre ellos, chiiiidiando calacas el resto del camino, hasta que llegaron a las lanchas del lago de Chapultepec, donde se divirtieron mucho esa tarde de domingo.

viernes, 11 de octubre de 2019

Muerte

Hasta el más valiente le tiene miedo a la muerte; y quien diga lo contrario miente, con o sin sus dientes.
Es porque morir significa entrar a lo más desconocido, quizá a la nada. Es ir al lugar del que solo tenemos propaganda hecha en casa que en el fondo sospechamos mentirosa.
No importa lo que digan las religiones, nadie que "se haya ido" ha regresado para contar la experiencia, que nos cuente lo que hay "del otro lado" (es más, aún se espera el regreso del mesías cristiano ¿no?).
Supongo que en el momento previo al de estirar la pata de colgar los tenis, de entregar el equipo debe perderse la fe por completo, igual se recupera pronto antes de los estertores previos al frío definitivo, pero de menos seguro debe haber un momento de terror, de duda absoluta. ¿Y qué tal que recuperar la fe no represente ningún alivio?
El mártir vocacional y el suicida con convicción, por más que tengan su esperanza puesta en el más allá o quieran liberarse de la decepción absoluta en el más acá, seguro tiemblan en el instante cuando la muerte se les acerca.
El Día de Muertos no es una burla, es la risa nerviosa de un pueblo (celebración que comenzó por recordar a los que "se nos adelantaron" y terminó siendo un intento de homenaje a lo macabro para presumir que se es muy valiente ante la muerte), un pueblo que quiere creer que muerto seguirá viviendo.
De los que santifican a la muerte, mejor ni hablo. Pocas cosas me resultan tan absurdas como la pagana adoración al vacío que se le implora protección.
Igual pienso mucho en que un día moriré, pero por más que me haga la idea de que eso nos pasa a todos, de que es mejor morirse que seguirse muriendo, no dudo que temblaré como gelatina cobarde en el instante previo al último suspiro.
Así es la vida, puede que así sea el paso hacia la muerte.
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