miércoles, 4 de marzo de 2009

El campeón

Se acerca desgarbado dando tumbos con su anatomía de tambo. Una panza descomunal como la que yo empiezo a formarme a finales de los 30 (que quizá alcance la descomunalidad a los 45), pero él no tiene ni 20. Exceso de McDonald’s y cosas similares, mezcladas con horas de videojuegos. Sus únicos músculos fuertes son los de sus ojos y sus dedos pulgares. Lleva el pelo en una larga trenza solidificada y tiesa por el sebo y la mugre. En las manos no lleva un libro, sino un disco, su premio por un campeonato de videojuegos. Aborda el colectivo que resiente su peso, si las cosas hablaran, el colectivo seguro lo insultaba. Mira con cierta envidia los anuncios que afean las calles, soñando con ser uno de los musculosos o flacos modelos andróginos que aparecen en ellos anunciando hasta ropa interior. Yo alguna vez soñé con ser escritor y terminé traduciendo. No puedo evitar preguntarme en qué acabará él. Quizá sea un gerente en un restaurante de comida rápida o en una tienda de videojuegos. Quizá repartidor de pizzas. Igual y tiene suerte y se saca la lotería, pero seguro se compraría todas las consolas de video habidas y por haber, para encontrar consuelo existencial en ellas. Como están las cosas es probable que termine como lector de noticias en un noticiario matutino. Bueno, si es que se hace la liposucción. Lo más probable es que el fulano acabe en la misma cola de desempleados que yo, mendigando un trabajo que nos permita ganar nuestro pan de cada día. No es melancolía, es la realidad.

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