La mesa bien puesta y el vaso a medio llenar o medio vaciado, y no es gracioso. El eco retumba como sepultura al cerrarse y el horizonte, aunque luminoso, no parece prometedor. Una princesa y un enano me recuerdan que me he comportado como santo, como pecador y como hijo pródigo. Mi última acción fue el adulterio para con mis principios y la inocencia perdida de mi fe. Ya no sé qué sigue, sólo espero ya no preocuparme tanto. Me recuerdo con el fango del ridículo hasta el cuello compadeciendo a la diva que se descubrió vieja el día de su cumpleaños. Por un lado me hundía y por el otro seguí viendo a todos por encima del hombro. Y sigo sin creer que nadie puede ser juez de sus semejantes. Fui el blanco rosado de muchas flechas de desprecio, pero yo también disparé bastantes de esas. Como Lucifer caí de la gracia de mis seres queridos y eso jamás lo he podido recuperar. Lo malo es que si comenzara de nuevo es muy probable que todo terminara igual. Lo único que espero ya es que cuando la muerte me lleve a su jardín no tenga yo remordimientos por las cosas que omití.
1 comentario:
Sin culpas.
Eso es si se volveria a empezar y todo seria igual.
Y como no soy nadie para juzgar.
Te digo.
Sin culpas.
Besos.
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